Las caras desencajadas de los policías, bomberos y funcionarios de control del transporte que llegaron al lugar de la tragedia daban cuenta del horror que sintieron al ver al ómnibus de la empresa Santa Ana aplastado por una roca de 10 toneladas.
“Fue horrible, pudieron haber muerto todos los pasajeros”, repetía un oficial que no llegaba a comprender por qué un chofer se arriesgó tanto.
Cinco mujeres perecieron por este deslizamiento de rocas y lodo en el kilómetro 66 de la Carretera Central, en San Jerónimo de Surco (Huarochirí).
El fatídico ómnibus, de placa A8D-593, se desplazaba de Cerro de Pasco hacia Lima con más de 45 pasajeros, cuando en ese tramo se produjo el desprendimiento de rocas. Una de ellas, del peso de un microbus, cayó sobre el techo del ómnibus causando la muerte de Rosa Cira Camarena (40) e Hilda Hilario Túpac Yupanqui (51). Otras tres mujeres aún no identificadas también dejaron de existir.
Algunos heridos registrados como Carmen Eulalia Flores Hidalgo (31), Luis Armando Coñe Hualpa (40) y María Picoy Palomino, también de 40 años.
Tragedia y dolor
Los sobrevivientes contaron que el bus transitaba a baja velocidad cuando ocurrió la tragedia. “Escuché que alguien que viajaba en el lado izquierdo gritó ‘cuidado’ y de inmediato el golpe tremendo”, relató Luis Coñe.
Otro de los pasajeros que saltó desde una ventana hacia la carretera, dijo: “No sé si los vidrios se rompieron por el impacto o porque la gente trataba de salir, pero era el único lugar por donde se podía huir”.
Mila Hilario Túpac Yupanqui sobrevivió de milagro. Ella viajaba junto a su hermana Hilda, quien falleció.
«La roca cayó como un meteoro y partió el techo. Nosotras íbamos en el segundo piso. Traté de reanimar a mi hermana pero no respondía», contó la afligida mujer en el hospital de Matucana.
Rolando Toscano Dolorier, esposo de Hilda, dijo que ella era enfermera y que viajó a Cerro de Pasco trasladando documentos. «Y ahora qué les digo a mis dos hijos», se preguntaba muy triste.
Los dos choferes del ómnibus, Samuel Campomanez Quiquia y Alfonso Carbajal León resultaron ilesos. «Nadie nos advirtió el peligro de huaicos», afirmó el primero.
