En el Perú, la violencia familiar, lamentablemente es algo que se da frecuentemente. Sus manifestaciones son diversas; desde la violencia verbal hacia algún miembro de la familia, hacia la mujer, los hijos-as, hasta la agresión física, pasando por el uso de la violencia psicológica como una forma de intimidación.
La violencia contra la mujer, se encuentra entre una de las causas principales de la desintegración de la familia, pues en muchos casos, lleva a la separación de la pareja y en otros casos, al abandono del hogar por parte de los hijos-as pequeños, quienes cansados de la violencia del que muchas veces son víctimas, prefieren huir del hogar para vivir en las calles y plazas públicas, incrementándose así los denominados «Niños-as de la calle».
La existencia de la violencia es común en nuestra sociedad en el seno de una familia, en cualquiera de sus manifestaciones, evidencia la pérdida del respeto recíproco entre los miembros del hogar y de los canales de comunicación entre ellos. Expresa la fragilidad en que se encuentra el hogar y por ello el peligro de su desintegración.
La violencia familiar, llamada también violencia doméstica, no es característica de una clase social, atraviesa todas las clases sociales, se produce tanto en hogares ricos como las pobres.
Por darse mayormente en el ámbito del hogar, se produce de manera oculta y está acompañada del silencio de los que son victimas de ella, sea por temor o por la idea de que es algo natural en las relaciones humanas.
La violencia en el Hogar erróneamente, es considerado como algo privado, en el que los vecinos no deben meterse, por lo que en la gran mayoría de los casos los testigos o conocedores de una agresión no la denuncian.
La violencia familiar, una vez instalada, se desarrolla en cadena, comprometiendo a todos sus miembros en desigual proporción y dirección, acrecentándose agresivamente. Por ello debe ser detenida a tiempo, buscando que la familia tome conciencia, por ese camino va directo a su autodestrucción como grupo familiar, célula básica de la sociedad.
La violencia familiar no posibilita pues, fortalecer los lazos de unidad, afectividad y asistencia mutua entre sus miembros, que son los pilares para la existencia y desarrollo de una familia.
En este contexto, el aspecto preventivo es fundamental y por ello es necesario que desde los Centros Educativos, los maestros cumplen una delicada labor con los educandos, desde el nivel inicial, formando valores, a través de las escuelas de padres y madres, con obligatoriedad y hasta puede ser un requisito en la matrícula, para inculcarles, sensibilizarles sobre los derechos de los niños-as, reflexión a los padres y madres maltratadores y sobre todo sobre la importancia de planificar su familiar y que traerlos al mundo es una gran responsabilidad.
Por: Ubina Rojas Álvarez
(*) Socióloga huaralina, ganadora de la V Condecoración Orden al Mérito de la Mujer
AGENCIA HUARALINA DE NOTICIAS