Don “Chavarro” estaba seguro que su turno de arrellanarse en el sillón de Luìs Colàn, había llegado. Sus posaderas ya guardaban el calorcillo que le proporcionaba la seguridad de que, esta vez, nada ni nadie, impediría que ello suceda. Pero, como dicen nuestros abuelos: “El hombre propone y Dios dispone”.
Y, lo dispuesto, llegó sobre los hombros del buen Cahuita. Aunque, para ser justos, debemos indicar que el asesinato de las esperanzas “chavarroristas” corre por cuenta del veleidoso “Chavarro”, quien ascendiendo a Cahuita al cargo de “pateador de latas”, sin un pago justo de por medio, le dio el tiro de gracia a la prótasis en su tempranera carrera proselitista. Por querer ahorrarse unos “soles”, despilfarró lo poco o mucho de credibilidad que le quedaba. Así que no será nada extraño que, como consecuencia de ello, su apódosis se convierta en un uso y abuso de la sofistería.
El “envidiado” cuasi empresario ahora con su vapuleada y agonizante campaña política, deberá gastar una cantidad mayor de dinero y de neuronas –lo primero parece tenerlo en demasía pero lo segundo no podrá comprarlo con lo que aparentemente le sobra- única forma en que podría, cual Lázaro, resucitar sus aspiraciones de que, algún día, el principal sillón municipal soporte sus fondillos. Porque las “pataletas” – entiéndase como querellas- no le servirán de nada.
Cahuita “sin querer queriendo” ha “cahuado” al propulsor del “hombre superior”; quien después de este dislate, solo le queda reconocer que, a pesar de su edad, aún le falta mucho que aprender, entre ello que: la dignidad es el alimento, la salud, la educación y la vestimenta del Ser Humano Integro. Que: los títulos, dinero, posición social, el poder, etc., son creaciones humanas para marcar diferencias innecesarias entre los hombres.
COLOFÒN:
El proceder de Cahuita en defensa de sus derechos debe de servir, no solo para vencer el injusto proceder que han tenido con él. Debe ser útil también, para reflexionar sobre la situación en que se encuentran muchos trabajadores de nuestra provincia; con sueldos, horas laborables y trato humano alejados de la legalidad y del humanismo.
Debemos entender que negar el derecho al respeto, que merecen los demás, significa negarse el derecho propio a ser respetado.