El Consejo de Ministros aprobó el proyecto de ley sobre castración química para violadores que será enviado al Congreso para su debate y eventual aprobación o rechazo. Ante la ola de indignación por el caso de la niña de Chiclayo, el presidente Pedro Castillo anunció esta medida. Sin embargo,
¿es efectiva para erradicar la violación sexual contra niñas y adolescentes?
El ministro de Justicia, Félix Chero, precisó durante la conferencia de prensa que esta medida será para los delitos de violación contra la libertad sexual con pena determinada. “Esta medida (la castración química) es una pena accesoria, es para aquellos que cometen delitos de violación de la libertad sexual con penas determinadas de 15, 20 y 25 años”, dijo.
¿Qué es la castración química?
El decano del Colegio Químico del Perú, Arnaldo Tipiani, manifestó que se trata de la aplicación de fármacos para disminuir la producción de testosterona. “Esto tiene relación con la libido”, indicó. Asimismo, explicó que la aplicación de la producción funciona por períodos de entre un mes a treses. “Manejar ese tipo de tratamiento es algo transitorio”, señaló.
“Es una inhibición de la parte hormonal de la persona, y que está relacionada al tema de libido, pero no en sí es un tratamiento que se asegure de forma permanente”, señaló Tipiani.
Según el químico farmacéutico, el precio de estos químicos se estima en un promedio de 40 o 50 dólares por producto.
¿Aplicación en otros países?
La abogada Romy Chang indicó que la castración química se ha implementado en algunos estados de EE.UU. y en la región española de Cataluña, pero sin resultados positivos. En Cataluña, el tratamiento inhibidor de la libido se produce con la voluntad de la persona. “Sin voluntad no hay manera. Se da para cuando ya cumplió la pena y sale del penal. No es un castigo, tiene como finalidad de que no vuelva a cometer el delito”, dijo.
¿Es efectiva?
La abogada Jennie Dador, secretaria ejecutiva de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos y experta en políticas de igualdad de género, explicó que los delitos de violencia sexual tienen que ver con un ejercicio de poder de una persona sobre otra.
“¿Es la violencia sexual, un crimen sexual desbordado de una persona que no controla su sexualidad o es entendida culturalmente, desde la mirada de las relaciones género, un crimen de poder? Es un ejercicio de poder sobre el otro, sobre la otra. Entonces, en la medida que entendemos el problema nos hace dar determinada respuesta”, indicó.
Dador manifestó que una medida como la castración química es una sanción luego de producirse el crimen, cuando en su lugar, se debería poner el foco en la prevención. “Lo que no queremos es que esto ocurra. Quiero como país, como mujer, como la Coordinadora, que la violencia sexual no ocurra nunca. No nos enojemos cuando después se dice que este es un país de violadores, porque efectivamente, este es un país, estadísticamente, de violadores”, refirió.
Dador precisó que la evidencia científica apunta que tratar la salud mental puede incidir en los factores que ayudan a que se produzca la violencia. “Por ejemplo, si soy un niño y atestiguo violencia en el hogar, de mi padre a mi madre y no se atiende este problema de salud mental, se genera en el niño una posibilidad de que se convierta en un violador”, manifestó.
Asimismo, se refirió al consumo de pornografía a muy corta edad. “Eso también altera las percepciones sobre la disposición sexual de las mujeres, el tema del consentimiento. Si se incide sobre esos factores, se va a poder actuar tempranamente”, dijo la abogada.
También se refirió a que en un hogar se deben separar los ambientes donde los niños y niñas cohabitan con adultos. “El 70% de los violadores son nuestros familiares: primos, tíos, abuelos, amigos o vecinos”, dijo.
Pidió, además, que el sistema educativo asegure la educación sexual integral en el que niños y niñas conozcan su cuerpo. “Sepan cómo identificar cuando alguien los toca”, señaló.
Al mismo tiempo, indicó que los adultos deben ser reeducados en su trato hacia los niños y niñas. “Como adultos en nuestra cultura como país somos muy ‘toquetes’ con los niños. Vemos un niño y le jalamos el cachete. Eso tú no puedes hacer en otras comunidades, en otros países, porque a los niños, a las niñas no se les toca. No tocarlos implica no tocarlos de ninguna manera. También tenemos que reeducarnos nosotros como adultos”, dijo.