Cuando los amigos se van
Eran las 11:30 de la mañana cuando aquel 23 de abril vió romper la tranquilidad de su otoñal actividad: Había sol pero la sombra de la muerte se apoderaba con su penumbra de la residencial Huaral, era la infausta noticia del fallecimiento del hermano, del mejor amigo, de don Juan Silvestre Pacheco, nadie lo podía creer, nadie aceptaba una muerte abrupta, apenas dos horas antes se le vio contento, siempre caballero, siempre cortés, siempre amable y ahora de cara con una cruenta realidad; los ojos y los oídos heridos no podían resistir tan amargo trago, la copa que nadie pensó tomar….era verdad, el hombre bueno de UNIGRAF había dejado de existir haciendo noticia.
Solo semana antes los televidentes del Canal 8 conocieron parte de su vida en un reportaje de “Los Mejores del Año”, su llegada a Huaral y su vinculación con el mundo de los calzados, su primera tienda luego de ser un simple vendedor, su otros negocios y la imprenta, nostálgico pero con emoción dolor recordó a su esposa, de cómo la conoció, también hablo de sus éxitos, de sus amistades como la de don Juan Ramírez lazo, sus viajes, sus hijos, y de cómo reemprendía su actividad gráfica…entonces nada hacia presagiar su feroz muerte.
Los amigos de Juan abarrotaron su velatorio, no podía ser de otra manera, el amigo de todos era visitado por todos, el salón principal del Club Social Huaral del cual el fue presidente lucía lleno, los amigos de Huaral, Huacho y Lima llegaban uno a uno, el pesar era multánime, generalizado, todos embargados de tristeza inocultable, solo unos cuantos contados con los dedos de una mano disfrazaron su hipocresía como los fariseos, para los demás el trago amargo era difícil de pasar. Los recuerdos se agolpan uno tras otro, las reuniones sociales, las noches de tertulia, los desayunos, los consejos, el compartir experiencias, su actividad en la sociedad civil como cuando integró el comité apoyo con la policía, con la iglesia católica, su vínculo con el periodismo y tantas otras emociones juntas. Ahora estaba su cuerpo inerte, sin vida, solo sentimientos encontrados en un suspiro interminable.
En busca de explicaciones y responsables en el camino del ultimo adiós los pasos eran mas lentos y pesados, los cantos fúnebres y la música que rompe el alma, un saxo triste que despide notas cual lágrimas y gemidos quedos; y ya en la tumba asalta al pensamiento quejido del poeta diciendo: “Dios mío, qué solo se quedan lo muertos…” pero Juan no se quedaba solo, muchos corazones se quedaban con el… el trago amargo estaba a punto de pasar pero aun faltaba el trino de cuerdas de guitarra que nos invitaban al lloro, a la explosión sentimental de sentir impotencia ante la muerte…. era el adiós a Juancito, el triste adiós a al amigo y el repudio a la forma de su muerte y entonces para pasar ese trago, esa copa llena de amargura surge el sentimiento rebelde de Vallejo para frasear su poema y decir a grandes voces escondidas en el alma:
“Me moriré en Huaral con aguacero
Un día del cual tengo ya el recuerdo,
Me moriré en Huaral y no me corro
Tal vez un jueves como es hoy de otoño
Jueves será
Porque hoy jueves que proso estos versos
Los húmeros me he puesto a la mala
Y jamás como hoy he vuelto a
Encontrarme solo en mi camino…
Juan silvestre ha muerto
Le pegaban todos,
Le daban con un palo y duro,
Son testigos los días jueves,
La soledad, la lluvia,
Los caminos…
Hasta siempre Juan silvestre, hasta
siempre mi querido amigo.”
Tomado de la revista: El Monumental.