El ser humano suele tener un sentido de vida, desea desarrollar un futuro, hace planes, crea objetivos, tiene deseos, anhelos.
Sin embargo, la pandemia derrumbó la estabilidad que muchos construyeron, ya que todo se convirtió en incertidumbre. Otros convivieron con sucesos tan fuertes que levantarse prontamente les fue imposible. Quizás por ello, aunque las restricciones son más flexibles y todo parece volver a la normalidad, este año las cifras de depresión y suicidio en el Perú aumentaron.
Según las estadísticas del Sistema Informático Nacional de Defunciones (Sinadef), organizadas por el ingeniero Juan Carbajal, durante los primeros ocho meses de este 2022 se registraron 507 suicidios, número que —desde 2017— supera a los años anteriores en dicho periodo. Además, el grupo etario más afectado es el de jóvenes entre 18 a 29 años.
Cifras vs. COVID-19
Como se puede observar en los gráficos, desde 2017, el número más alto de suicidios fue reportado en 2021: 707 fallecimientos. No obstante, entre 2019 y 2020, se puede constatar que las cifras no son muy distantes entre sí. De acuerdo con la médico psiquiatra Sonia Zevallos, esto podría deberse a una tendencia estacionaria que, posteriormente, fue interrumpida por la llegada de la COVID-19.
“Se había logrado estabilizar; sin embargo, con esta situación de pandemia, que no solo fue de aislamiento, sino que también fue la falta de acceso de atención de los pacientes que tenían problemas de salud. Esto ha hecho que se incrementen las cifras”, apuntó la también investigadora del Instituto Nacional de Salud Mental y del Centro de Investigación de Salud Mental de la UPCH.
Tras dos años de pandemia, ¿por qué la tasa de suicidios sigue aumentado?
Desde el año pasado, las medidas restrictivas para prevenir el coronavirus se han flexibilizado. Hoy en día, es posible asistir a clases presenciales, caminar sin mascarilla en espacios públicos e inclusive asistir a eventos en locales más cerrados; no obstante, ello no implica que todos los sucesos o traumas experimentado en los periodos más álgidos de la cuarentena desaparezcan.
“Los problemas emocionales son acumulativos. Cada golpe te va debilitando y, si no logras recuperarte a tu estado original, o sea, no te fortaleces, viene otro impacto y no te recuperas más. La pandemia ha golpeado varias veces”, detalló el doctor Humberto Castillo Martell, director del Centro de Investigación en Salud Mental de la UPCH.
Es así que, durante aquella temporada de confinamiento, muchos perdieron no solo a sus familiares, sino que también sus empleos y, con ello, su estabilidad económica, así como la psicológica. De esta manera, mientras que para algunas personas estos hechos fueron una lección de vida que los motivó a continuar persistiendo, para otros este “golpe tras golpe” ha desencadenado problemas de ansiedad o depresión.
“Recordemos que, de 100 personas que se les ha activado un trastorno mental, solo 13 han logrado acceder a un servicio de salud; el resto está superándolo por sí mismo. Y son problemas difíciles de solucionar, pero lo están haciendo sin tratamiento, sin terapia. Algunos que no se han recuperado de una (crisis) ya entran a otra. Diría que este ‘multigolpe’, asociado a no acceder a un servicio de salud pleno que te atienda bien con un tratamiento farmapsicológico como psicoterapéutico, te va dejando vulnerable”, explicó el galeno.
Centralismo y escasez de servicios de salud mental
“De cada 100 personas que tienen un problema de salud mental, 80 se dan cuenta de que es un problema. De ellos, 50 buscan ayuda, pero solo 13 logran obtener un servicio adecuado con medicamentos y atención básica”, reiteró Castillo Martell.
De acuerdo con el experto, los 37 individuos que tomaron la decisión de tratarse no obtuvieron terapias debido a la reducida oferta de centros de salud mental estatales a nivel nacional. “Aproximadamente, el 50% de los psiquiatras están en la práctica privada. Y ellos atienden a menos del 1% de la población”, explicó.
Asimismo, advirtió que uno de las falencias de estos establecimientos es que las citas son muy prolongadas. Es decir, uno puede reservar una sesión con un profesional, pero recién es atendido dentro de tres semanas o un mes: es contraproducente cuando se trata de un paciente con un estado muy grave.
A ello se le suma que la capital concentra el 48,2% de los psiquiatras del sector público, por lo que en el país existe una “desigualdad en la densidad de estos especialistas”, según la investigación “Estado situacional de la depresión en el Perú”, de Gobierna Consultores.
“Las regiones de Lima y Arequipa muestran las más altas densidades de profesionales (…). Los tres hospitales psiquiátricos de Lima concentran el total de profesionales disponibles, reflejándose la desigualdad en la distribución de los recursos humanos en el país”, precisa el estudio.
Con todos estos factores, ambos profesionales de la salud mental coinciden en que la solución debe ser multidisciplinaria, ya que no todo recae sobre un solo ministerio. En consecuencia, una solución sería proponer una política de Estado en beneficio de la salud mental de la población peruana.