Para las elecciones del año 2006, lideraban las encuestas para la región Lima y la provincia de Huaura Miguel Ángel Mufarech y la señora Mirian Watanabe y ambos terminaron finalmente relegados en el tercer lugar en las elecciones. Esto quiere decir que algo está fallando en las empresas encuestadoras: son serias pero tienen fallas metodológicas, son chichas o bien son trafas intencionadas para tratar de favorecer a algunos candidatos. Porque los sondeos de opinión, no pueden tener márgenes de error de 30 o 40 por ciento en la intención de votos, cuando éstas se desarrollan con criterios técnicos y metodológicos adecuados.
Mi recomendación es que los medios no revienten tantos cuetes con los resultados de estas empresas encuestadoras que no tienen mucha credibilidad en el Perú, en relación al prestigio y seriedad de las encuestadoras de EE.UU, España, Francia, Chile. Más cuando en nuestro país tienen alguna influencia económica de parte de los movimientos y partidos políticos, que financian estos procesos vía empresas con los cuales tienen afinidad política.
Otro elemento que debemos observar, es que algunos medios tratan de evaluar la potencialidad del candidato, solo por el poder económico con que cuenta, y esto es falso, porque sólo la plata no garantiza la victoria electoral: si no el FREDEMO en 1990 hubiera sido gobierno o bien Lourdes Flores se hubiera alzado con la victoria de la Presidencia de la República en 1995, 2000 o 2005, y eso no fue así, porque existen otros factores de marketing político para lograr el triunfo electoral.
Una de las tácticas que emplean los candidatos en vísperas de las elecciones es tratar de aparecer en los primeros lugares en las encuestas. Se piensa que la difusión de los sondeos de opinión, prima en la intención de votos en las elecciones. En las últimas elecciones en la provincia de Huaura y en la región Lima no fueron ganadores los que encabezaban las encuestas de las empresas privadas y las universidades. Hoy son los mismos candidatos, que nos quieren hacer creer que son los líderes para al triunfo electoral del 2010 y el 2011.
No es coincidencia que esta última idea se parezca un poco al slogan de gerentes de empresa que «hay que darle al público lo que quiere». Esta costumbre de igualar la relación de un gerente de empresa con sus clientes a la de un gobernante con los ciudadanos, es tal vez una de las peores consecuencias que han traído las últimas encuestas de opinión en la región y en el país.
Las encuestadoras han sido llamadas por numerosos analistas «enemigos de la democracia», porque han reducido la relación entre los ciudadanos y los gobernantes, al traducir sus técnicas de mercadeo al estudio de las opiniones y actitudes políticas de los ciudadanos. Lo que quiero explicar, es que encuestar a la población por un producto de consumo, es diferente que encuestar por la preferencia de un candidato que tiene una serie de motivaciones particulares.
Cada vez que un medio de comunicación menciona una encuesta de intención de voto o de la popularidad de un candidato, el perfil de las empresas encuestadoras sube, y su nombre llega a más clientes potenciales. Es decir con una encuesta no solo gana en imagen el candidato, sino también la propia empresa de opinión.
Mucho mejor cuando ésta logra predecir algunos resultados de una elección, su prestigio se eleva inmediatamente porque se comprueba la efectividad de sus métodos.
Políticos, gobernantes y medios de comunicación, están obligados por razones éticas a utilizar las encuestas de opinión de manera responsable. Para empezar, deben reconocer sus limitaciones. Las encuestas en el Perú, por ejemplo, se hacen por teléfono o cara a cara. En el país la cobertura de telefonía fija ni siquiera alcanza al 60 por ciento de la población.
La telefonía móvil tiene una cobertura de más del 80 por ciento, pero las encuestadoras no pueden conducir estudios llamando a números de celulares. No conozco encuestadora local o nacional que esté realizando muestras de intención de votos en la sierra y en la selva, todas circulan en las zonas urbanas donde es fácil contactar a la gente.
En estudios de opinión existe un fenómeno conocido como el efecto Bradley, que explica, que cuando un encuestado está frente a un encuestador tiende a escoger una respuesta que no sea ofensiva para nadie.
Es decir, tiende a escoger algo que él o ella piensa que la mayoría de la gente aprobaría. En un momento político de presión social como el que atraviesa el Perú, es bastante probable que muchas personas se inclinen hacia una respuesta que no afecte la relación con el encuestador, porque sienten la presión de los medios y del sistema.
Este fenómeno ha sido altamente estudiado y comprobado, y es simplemente una limitación normal de conducir encuestas que involucran a dos personas. Es diferente cuando alguien contesta una encuesta donde el elector tiene más libertad de expresar sus afinidades políticas.
Esto no quiere decir que las encuestas sean inservibles o que los resultados no sean veraces. Los estudios de opinión siguen una fórmula científica rigurosa y en general nunca fallan en mostrar una tendencia cuando éstas tienen un proceso técnico y metodológico, que bien utilizadas, son una herramienta democrática. Pero cuando las encuestas son procesos chichas y solos preparados en gabinete, ahí es cuando hay que llamar la atención. Las encuestas no son la voz del pueblo, porque el pueblo entero no está representado en una muestra de 500 ni de 1000 encuestados para aprobar o desaprobar personas.
En la sociedad moderna, es inaceptable que la clase política sea un simple cumplidor de los caprichos de una mayoría. Si fuera así, por clamor de la mayoría habría que aprobar la pena muerte en el Perú o elegir Presidenta de la República a la señora Keiko Fujimori, que si bien lidera las encuestas en Lima Metropolitana, también es cierto que representa a la familia del delito y la década del oprobio, lo cual es mal ejemplo para todos los peruanos.
Cuántas veces el electorado peruano se ha equivocado en elegir a sus representantes o bien nuestros gobernantes le han fallado a sus gobernados. Hubiera sido interesante elegir como Presidente del Perú, al ex Secretario General de las Organización de las Naciones Unidas (ONU) Javier Pérez de Cuellar, el afamado escritor Mario Vargas Llosa o Hernando de Soto: tres brillantes compatriotas que deslumbran en el exterior, pero, que en el país no le dieron oportunidades políticas, cumpliendo ese dicho bíblico “que nadie es profeta en su tierra” de lo cual soy testigo de parte.
Finalmente, amigos lectores, les quiero reiterar que no siempre los que tienen mayores preferencias en las encuestas son los mejores candidatos para el año 2010-2011. Hay muchos otros que pueden ser buenos representantes en la región y en el país. No se dejen sorprender por las encuestas que son simples muestreos de la realidad regional y nacional, porque algunas incluso ya están digitadas para convertirse en medios de campaña electoral. Estamos advertidos.