Muchas gracias a Dios, a la vida, a mis padres, a mis hijos, a toda la familia por todo lo mucho que me dieron en esta vida. Y, en esta ocasión, a don Aníbal Morales Zampa, director de este medio escrito que me sugirió y alentó a escribir algo sobre mis 35 años de Periodista, que los cumplo en este mes. No soy de elogios y mucho menos de auto elogios. Soy de ir y venir. Como el caminante que en su andar va haciendo camino. ¡Cuánta distancia, estimados lectores, hay entre ese junio de 1978 y este junio del 2013! Recuerdos hermosos abundan desde que por vez primera llegué a esa cabina de radio San Juan para reportar noticias deportivas de Chancay, invitado por don Alfredo Castillo y muy bien recibido –con enorme desprendimiento– por el entrañable Juan Rojas Castillo, así como Aníbal, Alejandro Maguiño, David Alfaro, y hasta el propio Santiago Kong, emblemático empresario radial, pero también periodista de corazón. Después hicimos otras amistades como Willy Burgos, Fernando Villarreal y Dante Pacheco en “Claridad”.
Andaba yo por la frontera de los 20 y el nacer de los 21 años. Estaba sacando mi Libreta Electoral. Pasaba a ser mayor de edad. En el colegio se me dio también por impulsar mi aprendizaje de redactar. Es decir, escribir bien. Estudiaba en la nocturna porque de día trabajaba desde que anduve por los 14 ó 15. La economía familiar era escasa y mi padre debía alimentar a mis otros 5 hermanos, a mi madre, a su propia madre. Vaya que debía ser una gran carga. Terminé la secundaria en el ’80 con el “titulo” de técnico contable. Pero la vida me llevó por la senda de contar historias de la vida real: el periodismo.
Inquieto, al poco de empezar y tocando puertas llegué a La Prensa. Fui corresponsal en Huaral. Me complacían sobre todo esos partidos del Unión Huaral. En Huaral y en provincias o en Lima. Disfruté también de la amistad y el respeto mutuo con el gran Pedro Ruiz. Conocí allí las primeras maldades del supuesto “colega”. Con verduguillo y fauces. Como jamás me gustó el encono, preferí dejarle pasó y busqué otras trincheras. En Ultima Hora fui bien recibido. En el 81’ ingresé a la universidad, pero más aprendí en aquella famosa escuelita de La Prensa y todo lo que me enseñaron gigantes como Alberto Best Ramos, Manuel Doria, y posteriormente en otras tribunas Oswaldo Cuadros Lazo, Guillermo Cortez Núñez, Carlos Sánchez Fernández, Víctor Gonzales, Carlos Ney Barrionuevo (si leen El pez en el agua de Mario Vargas Llosa sabrán cuán grande es “Neíto”).
Tras la caída de La Prensa y Última Hora decidí que debía cambiar de aires. Dejé mi Chancay de residencia y el Huaral de mis empeños “profesionales” para buscar piso firme, mejor economía para la familia propia, y un nombre con letras de molde. Allá en el candelero, donde las papas queman: en el periodismo limeño. Y conocí el valor de la primicia, la lealtad y la verdad. También sus reversas nefastas como parte de la competición. En 1988 y por accidente pasé a frecuentar el terreno político. Palacio de Gobierno, el Congreso y cuantas acciones políticas de los partidos y las personas que ejercen esa labor fueron mis fuentes de nutrición profesional. El jefe de Política de Extra enfermó gravemente, como no encontraban reemplazo fui comisionado temporal, pero al director le agradó mi rendimiento –sobre todo en aquella larga campaña de MVLl– que terminé de titular.
Estuve en el sintonizado “Buenos Días, Perú” de Panamericana Televisión, en los tiempos de Roxana Canedo, Ángel Tacchino, del exigente director Miguel Calderón Paz, de grandes líderes cada quien en su campo, en el periodismo televisivo. Escribir todos los nombres sería muy largo, perdónenme. Fui convocado para fundar Cambio, a donde llegó el buen César Campos, Eloy Jáuregui, Alfonso Bermúdez. Hicimos un periodismo serio y de calidad, pero ante la competitividad quisimos convertirlo en un diario popular, manteniendo su esencia cualitativa. Los empresarios no lo entendieron y prefirieron cerrarlo antes de perder dinero. Hoy seríamos, de eso no tengo duda, más que varios medios impresos de la actualidad.
En fin, trabajé en muchos otros medios, inclusive en el extranjero. Entre los recuerdos guardo la amistad del embajador boliviano Jorge Gumucio, rehén en la embajada del Japón, del gran escritor, historiador y presentador de Tv. Carlos Mesa, que llegó a la presidencia de Bolivia cuando renunció Carlos Sánchez de Lozada por presión popular promovida por Evo Morales. En Ecuador de Jamil Mahuad, que tuvo el coraje de firmar la paz con Perú tras la guerra de la cordillera del cóndor. Y muchísimos personajes más. De latitudes diversas. Pero en mi corazón estará imborrable el haber rezado en la Parada con la Madre Teresa y haber tenido el privilegio de cubrir la visita de Juan Pablo II en 1988.
Ahora estamos en la época que se dice “el reposo del guerrero”. En el Huaral de hoy, el que no quisiera que fuera así. Por eso escribo esporádicamente esta columna, con la intención de comentar los hechos cotidianos de esta ciudad, de su gente, de sus autoridades, de sus sucesos. Con la esperanza de contribuir con algunas ideas para mejorarla. Porque tengo familiares que están empezando a germinar en la vida y quisiera que, en verdad, Huaral sea un mejor lugar para vivir. Muchas gracias, amigos lectores. Y perdonen la larga cháchara sobre mi persona.