Este martes 15 de agosto se cumplen 16 años, desde aquel terremoto sacudió a la ciudad de Pisco, dejando centenares de fallecidos, corazones desquebrajados y promesas incumplidas por parte del gobierno que hasta ahora muchos no han podido levantarse de los escombros.
El siniestro, que tuvo una magnitud de 7,9 grados magnitud momento y VIII de intensidad en la escala modificada de Mercalli, dejó 595 muertos, 2,291 heridos, 76 000 viviendas totalmente destruidas e inhabitables y 431 000 personas resultaron afectadas, principalmente en el departamento de Ica, fue el saldo que las autoridades emitieron de manera oficial. Sin embargo, con los años y lejos de levantarse de los escombros, muchos no lograron reponerse, a tal extremo que se vieron en la necesidad de abandonar la ciudad sureña.
Ese día también se vio afectada la carretera Panamericana Sur, impidiendo el acceso a las ciudades colindantes que también habían sufrido daños como lo fue: Cañete, Pisco, Ica y Chincha. Además, los principales servicios básicos colapsaron, no había agua potable, luz, internet, ni fluido telefónico.
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En Lima también se sintió el gran movimiento telúrico que afectó el sur de la capital, en varios distritos se fue el fluido eléctrico y era imposible acceder a llamadas telefónicas porque las principales redes cayeron totalmente.
Como efecto del devastador sismo se produjo un maremoto que inundó algunos poblados y balnearios costeros, además de daños considerables en la infraestructura de miles de viviendas, edificios, colegios, escuelas, etc.
Solidaridad nacional y mundial
Ante esta terrible situación, la población civil, empresas privadas, organismos particulares e instituciones educativas como universidades públicas y privadas, realizaron donaciones y organizaron el apoyo humanitario para los pobladores afectados.
La solidaridad de los peruanos, en especial de Lima, se concentró en el Estadio Nacional, y miles de personas acudieron al llamado de auxilio. Esto obligó a habilitar nuevos lugares para la recepción de la ayuda humanitaria gracias a la iniciativa de municipalidades, parroquias, organizaciones religiosas como Cáritas, entidades públicas, empresas privadas nacionales y personas naturales. La contribución se concretó en medicamentos, ropa, carpas, alimentos, donaciones de sangre, dinero, útiles de aseo, pilas, entre otros.
Otras ciudades en hacer llegar su ayuda fueron Arequipa, Moquegua y Tacna por encontrarse cerca de la zona del desastre. También Cusco, Piura, Chiclayo, Huaraz, Chimbote y Trujillo organizaron donaciones.
La ayuda humanitaria procedente de diversas partes del planeta llegó apenas se conoció la dramática situación. Los consulados del Perú en diferentes ciudades del mundo abrieron cuentas bancarias para facilitar el envío oficial de donaciones de dinero al Perú. De igual manera, se facilitó el acopio de bienes de primera necesidad para ser enviados a las zonas de la catástrofe y se habilitaron módulos de vivienda temporal para los damnificados.
Desde el extranjero llegó ayuda de Estados, Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, Colombia, Venezuela, Brasil, España, Alemania, Francia, Inglaterra, Canadá, México, Italia, Japón, Turquía, entre otros países. Gracias a la solidaridad internacional llegaron hospitales de campaña, plantas potabilizadoras de agua, medicamentos, suero, frazadas, carpas, alimentos, agua, pastillas potabilizadoras, entre otros. Asimismo, llegaron médicos, psicólogos, trabajadores sociales, brigadistas de rescate, voluntarios, entre otros profesionales y técnicos.
EL TERREMOTO MÁS VIOLENTO
El terremoto en Pisco, como se le conoció posteriormente, fue uno de los más violentos ocurridos en la historia del Perú. Ello motivó que, desde entonces, se oficialice la realización de simulacros nacionales diurnos, vespertinos y nocturnos como parte de la política de Estado en materia de prevención de desastres.