¿Por dónde se empieza a contar una historia así? Quizás del encuentro entre un hombre y una mujer que se enamoran, se casan pronto y después abren de par en par su ‘sí’ a la vida de una forma absurda a los ojos de los demás. No es un caso aislado, aunque parezca raro. Hoy conoceremos a una familia que vive en Salt Lake City.
Jeremy Clark es profesor y se ocupa de niños con necesidades especiales, su mujer Nicole es enfermera: está ya escrito en su currículum que tienen una predisposición a cuidar a quienes lo necesitan. Son bellas personas, dicho sea de paso. A veces el resplandor de un rostro, muestra sin filtros la luz de un alma bella.
Qué hijos más perfectos tendrán, se diría viendo su foto. Pues la realidad es aún mucho más increíble: han adoptado a 4 niños discapacitados de Bulgaria. Sí, también a mí me pasa por la cabeza la palabra “locura” y después, leyendo su testimonio, le añado el adjetivo “bendita”.
Alex, el mayor, tiene 6 años y síndrome de Down, como Simon, que tiene 4. Después están David y Jhon, de 5 y 6 años, que tienen parálisis cerebral.
¿Se puede elegir voluntariamente construir una familia tan complicada sin morir en el intento? Por supuesto, Jeremy y Nicole tienen las competencias educativas y médicas necesarias, por su trabajo; pero también tienen algo más. Lo explica Jeremy:
“Criar a cuatro niños con necesidades especiales requiere mucho trabajo, y hay muchas necesidades que atender. La clave es encontrar la alegría en cada actividad que hacemos. Hace poco cronometré cuánto nos cuesta lavar los dientes a todos y prepararlos para dormir: 30 minutos, así que aún empeñándose a fondo, hace falta un tiempo largo. Por suerte mi mujer Nicole, que ha sido enfermera durante diez años, ha dejado de trabajar para estar en casa a tiempo pleno y cuidar de los niños”.
Simon el valiente. Su nombre de nacimiento en Bulgaria es Zadock y tiene 4 años. Desde hace pocos meses reside en Salt Lake City como cuarto hijo adoptivo de la familia Clark. Ahora se llama Simon y, aunque aún no habla inglés, es el parlanchín del grupo; sus hermanos tienen problemas con la verbalización.
Es el centro del mundo, se siente amado por personas que le han puesto en el centro de su existencia. De estas familias es de donde el mundo puede recibir la esperanza verdadera: existir, y existir uno en compañía del otro sin cocientes intelectuales ni cualidades súper heroicas. Existir como personas incompletas y necesitadas de ayuda, y encontrar la verdadera felicidad en ello.