En el serpentín del Pasamayo pocas cosas han cambiado desde que hace seis meses un bus se desbarrancó y arrastró hacia la muerte a 52 personas. Ni siquiera el armazón oxidado del vehículo de la empresa San Martín ha sido retirado del fondo del precipicio.
El Comercio recorrió esta semana los 31 kilómetros sinuosos del Pasamayo para verificar las condiciones de seguridad en esta ruta. Un punto verificado fue la zona del accidente del pasado 2 de enero.
El pequeño muro que quedó destruido con el impacto del bus es el mismo; solo fue resanado. Es una especie de sardinel irregular en su altura: en algunos tramos mide 0,30 centímetros y en otros 0,54.
Según David Fairlie, ingeniero de tránsito de la Asociación Cruzada Vial, la dimensión de esta estructura no sirve para soportar el impacto de un vehículo pesado, como quedó demostrado a principios de año.
Los muros de concreto –explica Fairlie– son barreras de seguridad normadas, pero tienen características especiales descritas en el Manual de Seguridad Vial del Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC) [Ver infografía].
Los elementos de seguridad a lo largo de las 83 curvas peligrosas del serpentín no se han reforzado ni se han instalado barreras en los giros en los que no existe ninguna protección. En varios tramos hay sacos de arena en vez de guardavías.
Según un informe que remitió en abril del 2018 el Regulador de la Infraestructura de Transporte de Uso Público (Ositrán) al MTC, en el serpentín del Pasamayo existen 22 puntos negros, llamados así por ser zonas alta accidentabilidad.
El Comercio