Inicio ACTUALIDAD Destacados La valiente decisión de Monika, la niña de 13 años que saboteó...

La valiente decisión de Monika, la niña de 13 años que saboteó su propia boda

India continúa siendo el país del mundo con el mayor número de matrimonios de niñas, pese a que su ley obliga a que tengan al menos 18 años.

Pero casos como el de Monika demuestran que las cosas están cambiando y que la voz de estas niñas, aunque muy poco a poco, comienza a ser escuchada antes de permitirque sus infancias terminen demasiado pronto.

Naomi Grimley, de la BBC, viajó a Bikaner, en el noroeste de India, para conocer su historia.

En la mañana antes de cualquier boda hay muchos preparativos que hacer.

El pasado 4 de noviembre, Monika esperaba a ser peinada y maquillada. Se iba a poner su sari granate de boda, como manda la tradición.

Las joyas elegidas para la ocasión adornarían sus orejas y su nariz, y también cubrirían su cuello. Para esta boda india, sus manos también serían pintadas con complejos remolinos de henna.

Había mucho por hacer. Pero a pocas horas de la ceremonia, nadie se dio cuenta de que la novia se escondía entre las sombras de la casa familiar para hacer una última llamada telefónica.

No llamaba a un amigo, ni para comprobar que todo estaba listo en el lugar donde se iba a celebrar la boda. Nerviosa, Monika marcó cuatro dígitos: 1098.

Demasiado joven para casarse bajo las leyes indias, Monika quería detener su propia boda.

Un marido para Monika

Monika tenía 13 años cuando se iba a celebrar su matrimonio. Así lo asegura la organización benéfica que la ayudó y sus registros escolares.

Sin embargo, sus padres dicen que tiene más de 17.

Es habitual en esta parte de India que la edad de algunas personas no esté muy clara. A menudo, los certificados de nacimiento no existen en las familias pobres como la de Monika.

Lo que no está en duda es que sigue siendo una niña y que la ley solo permite los matrimonios a partir de los 18 años.

Fue en septiembre del año pasado cuando su padre, Ganesh, se levantó al amanecer para llevar a cabo una importante misión.

Al regresar a su casa en un barrio pobre de Bikaner, en el noroeste del país, se sentó junto a la madre de Monika, Sita, para darle una noticia a la niña.

«Mamá y papá me dijeron que habían encontrado un hombre para mí en Churu (a casi 200 kilómetros) y que era muy amable, educado y trabajaba como obrero», recuerda Monika.

Cuando se le pide que describa a quien iba a ser su marido, dice sin mostrar ninguna emoción que nunca lo había visto, pero que sus padres le enseñaron una fotografía. Él tenía 22 años.

Como una hija obediente, su primer instinto fue hacer lo que le decían sus padres, pero comenzó a tener dudas. «Sentía que era muy joven y que no debería casarme. Quería estudiar y ser maestra».

«Les dije que no quería casarme y ellos me preguntaron por qué. Les expliqué que una niña debería tener al menos 18 años».

El matrimonio hubiera significado para ella una vida de aislamiento en la casa de su futuro esposo, a cuatro horas en tren.

«Nadie me permitiría jugar o hablar y me tendría que encargar de todas las tareas del hogar. Mi familia política me obligaría a hacer montones de trabajos… y solo trabajo».

«SENTÍA QUE ERA MUY JOVEN Y QUE NO DEBERÍA CASARME. QUERÍA ESTUDIAR Y SER MAESTRA»

MONIKA, 13 AÑOS.
Entonces, ¿por qué los padres de Monika pensaron que era correcto casar a su hija tan joven?

Una boda doble

Bebiendo té sentados en el pequeño patio de su casa, es fácil observar que Ganesh y Sita quieren a sus cinco hijas. Pero su vida no es fácil.

Ganesh gana 500 rupias al día (US$7.6), pero sus trabajos en la construcción son esporádicos. La madre y la abuela de Monika limpian los desperdicios de las casas del barrio.

Como suele ocurrir con las familias de este origen, solo las hijas mayores reciben algo de educación. Las opciones de estudiar para Monika parecen haberse esfumado por el momento.

En la casa hay muebles apilados. Entre ellos hay un baúl con cerradura y una nevera nueva en su caja original. Es curioso, teniendo en cuenta que en la casa no parece haber una nevera funcionando.

Todo forma parte de la dote de Monika, cuidadosamente ahorrada por su padre para el día en que se case. Ganesh cree que su principal responsabilidad es casar y dar una vida estable a sus hijas.

Su hija mayor, Rajini, se iba a casar en noviembre. Su novio tenía un hermano y la familia de Monika pensó que tenía sentido celebrar una boda doble para ahorrar gastos.

Pero lo que habían planeado para Monika era ilegal según la ley india. «Sabíamos que era un delito. Nos sentimos mal», dice Ganesh.

Para Sita, sin embargo, sus circunstancias no les dejaban mucha elección. «¿Qué podíamos hacer?», dice mientras se encoge de hombros.


Asegura que el matrimonio también fue concertado por la seguridad de Monika. «Cuando nos vamos a trabajar, nos preocupa dejar a nuestra hija sola en casa porque nuestro barrio no es seguro», dice.

Su último recurso

Monika está sentada junto a sus padres mientras cuentan su historia. No parece guardarles rencor.

«Cuando vi a mi hermana con el traje de boda, me di cuenta de que solo ella podía hacerlo. Yo no podía», dice.

Monika contactó con Childline, una línea nacional de ayuda para niños. Había visto en libros el número fácil de recordar: 10-9-8. Agarró un teléfono y llamó. Solo faltaban unas horas para su boda.

Tenía miedo, pero era su último recurso. Llamó y contó su historia.

«Les pregunté: ‘¿Pueden por favor hacer algo para detener mi boda?'».


La persona que la escuchaba desde Delhi intentó calmarla. Tomó sus datos y, según Monika, le dijo: «No te preocupes, estamos de camino».

Es el momento en que una joven llamada Preeti Yadav entra en la historia. Su organización, Urmul Trust, atiende casos de la línea de ayuda para niños. Preeti responde llamadas a todas horas, de día y de noche.

A veces tiene que actuar a contrarreloj para evitar bodas de niñas y se la ve corriendo por la ciudad en su pequeña moto blanca.

«Teníamos un gran desafío ya que teníamos que salvar a una niña en solo tres horas», dice Preeti.

La policía local llegó a la casa de Monika a las 17:00 y advirtió a los presentes que la boda no se podía realizar por la edad de la niña. Pero la familia no hizo caso.

A las 20:00, Monika volvió a llamar a Preeti. Sus padres habían cambiado el lugar de la ceremonia a la casa de su abuela y seguían queriendo casarla.

Dos horas después, Preeti y la policía se presentaron en la casa. Monika ya vestía su traje de novia. Sin decir una palabra, sonrió al verlos.

Los invitados comenzaron a murmurar. Nadie sabía quién había llamado a la policía.

«Llevamos a los padres y abuelos de Monika a una habitación y les explicamos que no solo la niña sufre por el matrimonio temprano, sino que también ellos podrían ser castigados por este delito», dice Preeti.

La policía tomó declaración escrita en la que se comprometían a no casar a la niña antes de los 18 años. Se les advirtió que si lo intentaban de nuevo, podrían ir a la cárcel.

Preeti se ve como una especie de hermana mayor par niñas como Monika y admite una enorme satisfacción por su trabajo.

«Cuando conozco a estas niñas, a menudo seguimos en contacto para siempre. Me siento muy orgullosa de poder ayudarlas a salvar sus vidas y proteger su futuro», dice.

Un cambio lento

Preeti ha visto entre 20 y 25 casos de matrimonio infantil en lo que va de año. Esta práctica está prohibida en India desde 2006, pero aún está muy extendida y es el país del mundo con mayor número de casos, según Unicef.

«La situación está cambiando y la edad promedio de las niñas que se casan está aumentando. Solía ser de entre 10 y 11 años, pero ahora es de entre 14 y 15», dice Arvind Ojha, líder de la organización Urmul Trust.

Junto a él, ciento de niños y mujeres ven una representación de títeres sobre una niña que no se quiere casar.

«Mira lo involucrados que están todos. Con esa participación, es como llega la transformación», asegura orgulloso.

Según Unicef, 12 millones de niñas (una de cada cinco en el mundo) son casadas cada año antes de cumplir los 18 años.

Durante la última década se hicieron importantes avances, especialmente en el sudeste asiático, que ahora intentan replicarse en el África Subsahariana.

Níger, por ejemplo, continúa siendo con un 76% el país con mayor tasa porcentual de mujeres entre 20 y 24 años que fueron casadas antes de los 18.

Pero no es un problema exclusivo de los países en vías de desarrollo. El matrimonio infantil también existe en comunidades de Europa y Norteamérica.

Como en el caso de Monika, la pobreza es una de las condiciones más comunes de las familias que llevan a cabo esta práctica. Pero los expertos aseguran que, básicamente, es una cuestión de desigualdad de género.

«Les ocurre a las niñas porque se cree que valen menos que los niños», dice Lakshmi Sundaram, de la organización global Girls, Not Brides (Niñas, No Novias).

Las estadísticas apuntan a que estos casos son más comunes en zonas rurales y entre niñas con bajos niveles de educación. Por ello, Sundaram cree que las escuelas son una de las mejores formas de protección.

«Cuando una niña está en la escuela, hay un sentimiento en la comunidad de que es una estudiante que debe terminar sus estudios. Pero tan pronto como sale de la escuela, es vista como una futura esposa y madre».

El trabajo de líderes religiosos y tribales es también clave para acabar con el matrimonio infantil, dicen los expertos.

El futuro de Monika

Hay un gran revuelo afuera de la casa de Monika después de que se haya corrido la voz de que la BBC ha venido desde Londres para entrevistarla.

«¿Es por la boda cancelada», pregunta un vecino. Solo eso ofrece una idea de lo importante que es que una niña denunciara lo que querían hacer sus padres.

Aunque a algunos les sorprenda, la madre de Monika está orgullosa de lo que hizo su hija.

«Sí, me siento bien al respecto», admite Sita. «Realmente me gusta que mi hija lo haya hecho. El cambio ha llegado para todos».

Por su parte, Monika está segura de que hizo lo correcto y quiere que se conozca su historia.

«Tal vez alguna otra niña aprenda de mi caso y pueda también detener su matrimonio infantil. Y si ella no puede hacerlo, ¡yo misma la ayudaré!».

Lo que sorprende es que niñas como Monika asuman personalmente la lucha contra el matrimonio infantil en una cultura donde sus voces no son demasiado escuchadas.

Parece impensable que hace 10 o 20 años hubiera existido este tipo de resistencia. Por aquel entonces, las niñas habrían sido más dóciles y habrían aceptado su destino tal y como lo definía una sociedad patriarcal.

Pero ahora, parece que existe la posibilidad de un cambio real.

Sin embargo no todo es perfecto para Monika. Con nostalgia, dice que le gustaría volver a la escuela, algo que Urmul Trust está tratando de solucionar.

Una infancia casi se perdió. Ahora, gracias a un acto de rebelión adolescente, una infancia fue recuperada.

El Comercio

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí