● La participación activa, los modelos a seguir y el apoyo emocional son clave para el desarrollo integral de los niños.
En la compleja y gratificante tarea de criar a un hijo, el papel del padre resulta esencial e insustituible. Tradicionalmente visto como el proveedor económico del hogar, esta visión ha evolucionado significativamente en las últimas décadas. Hoy en día, el rol del padre abarca una amplia gama de responsabilidades y oportunidades que influyen profundamente en el desarrollo emocional, social y psicológico de los niños.
De acuerdo a la Dra. Sandra Chafloque Chávez, docente de la Escuela de Psicología de la Universidad César Vallejo, la participación activa del padre en el proceso de la crianza contribuye al desarrollo de una mejor autoestima y seguridad en los niños y adolescentes.
“Estamos hablando de un padre presente que dentro de la psicología de sus hijos desarrolla seguridad, fortaleza y fuerza que los impulsarán a la vida. Por tal motivo, es importante ser un padre presente, para mejorar los vínculos emocionales y crear conexiones que ayudarán al correcto desarrollo de los hijos”, afirma la especialista en psicología y familia.
Paternidad activa
La Dra. Chafloque Chávez considera que con la presencia de un padre hay aspectos emocionales que se refuerzan en los niños (aunque siempre puede haber excepciones).
1. Participación activa y presencia. Según una investigación publicada por la Asociación Americana de Psicología, la participación paterna está asociada con menores niveles de problemas de comportamiento y mejor desempeño en las tareas escolares. Además, un estudio de la Universidad de Harvard encontró que la presencia de un padre afectuoso y comprometido puede ofrecer una sensación de seguridad y apoyo crucial para el bienestar emocional del niño.
2. Modelos a seguir y valores. Los padres son figuras de autoridad y modelos a seguir para sus hijos. Los valores, la ética de trabajo y la conducta que los niños observan en sus padres son a menudo replicados en sus propias vidas. Un padre que demuestra respeto, responsabilidad y empatía por su familia, enseña a sus hijos la importancia de estas cualidades, ayudándoles a convertirse en adultos equilibrados y responsables.
3. Desarrollo emocional. La interacción afectiva, como jugar juntos, leer historias o simplemente pasar tiempo de calidad, fortalece el lazo emocional y fomenta un entorno en donde el niño se siente amado y valorado. Este tipo de conexión puede aumentar la capacidad del niño para relacionarse de manera saludable con los demás.
4. Apoyo en la educación. Numerosos estudios indican que la participación activa de los padres en la educación de sus hijos mejora significativamente el rendimiento académico. Un estudio del Centro Nacional para la Paternidad encontró que los estudiantes, cuyos padres estaban muy involucrados en su educación, tenían más probabilidades de obtener mejores calificaciones y menos probabilidades de abandonar la escuela. Otra investigación publicada en la Revista de Psicología Educativa señaló que el apoyo paterno en la lectura y las tareas escolares está correlacionado con un mayor interés y mejor desempeño académico en los niños.
5. Adaptación a los nuevos roles. La sociedad actual exige una mayor flexibilidad en los roles tradicionales de género. Muchos padres están tomando roles más activos en la crianza, incluyendo tareas que antes se consideraban principalmente responsabilidad de las madres, como el cuidado diario y la educación temprana. Esta adaptación no solo beneficia a los hijos, sino que también fortalece la relación de pareja y la dinámica familiar en general.
“El papel del padre en la crianza de un hijo es multifacético y crucial. En una sociedad en constante cambio, reconocer y valorar la importancia del rol del padre es más relevante que nunca, ya que su influencia positiva puede tener un impacto duradero en la vida de los niños y en la sociedad en general”, mencionó la Dra. Chafloque.
En definitiva, ser un buen padre no se trata solo de cumplir con las responsabilidades económicas, sino de tener una presencia constante y afectuosa que influya en la vida de sus hijos a lo largo de su desarrollo.