En la época de los 80 muchos niños se iban a dormir con un cuento de por medio, algunos de estos, eran leyendas que transcendieron fronteras y se hicieron universales. Una de ellas es «María Chismosa y la procesión de las ánimas» que cuenta la historia de una mujer que le gustaba husmear en la vida del resto hasta que un día recibió una espeluznante lección.
LEYENDA
Cuentan los que vivían cerca a la Plaza de Armas, que hace muchos años en la parte posterior de la iglesia matriz existía un cementerio, el cual estaba cercado porque el cura quería evitar los entierros clandestinos.
Tras la construcción quedó un largo pero angosto callejón, donde vivían humildes familias en casas pequeñas, aquí vivía una vieja, mezcla de bruja y arpía o simplemente chismosa, que le gustaba saber y alardear la vida de otras personas.
Una de muchas noches, mientras miraba desde su ventana, escuchó a lo lejos cánticos religiosos, se dio cuenta que se acercaba una procesión, creyendo que era otra de muchas procesiones comunes, se arrodillo y en voz muy baja empezó a rezar mientras trataba de recordar de que celebración se trataba.
Mientras sentía que se acercaba la procesión, se le acercó un acompañante, entregándole una vela le dijo con una voz casi salida de ultratumba: «Mañana a esta misma hora me la entregarás«.
Recibió la vela y la puso en uno de sus baúles, pero mientras la procesión seguía su ruta se sorprendió que aquella fecha no había ninguna celebración, en esos mínimos segundos de dudas escuchó unos pequeños golpes dentro del baúl, asustada lo abrió y grande fue la sorpresa que la vela ya no era aquella vela, sino un hueso humano.
Muy alborotada salió en busca del cura de la iglesia, se arrodilló ante él y le suplicó confesión inmediata; confesando todo daño causado por sus chismes y habladurías en el pueblo, terminando con lo que ocurrió en la procesión.
El padre muy molesto le dio un sermón pero acudió a su ayuda para salvar su alma del pecado. La mujer siguió al pie de la letra las indicaciones del padre para salvarse.
Llegó la hora del encuentro, temblorosa de miedo y pavor, espero que llegara la procesión a la puerta de su casa, tocaron la puerta, abrió y era el acompañante: «Hermanita, entrégame la velita que te deje anoche«.
La vieja llevaba en brazos un bebé, a quien pellizco con muchas fuerzas, el pequeño lloró con tanta desesperación que aquel acompañante con la misma voz tenebrosa y salida de ultratumba le dijo:
«Te has salvado por esta pequeña criatura»
Se apagaron todos las velas, la procesión se esfumó como salida de la tierra, y el acompañante lentamente desapareció mientras la vela se disolvía.
La vieja más muerta que viva, lentamente se arrastró de rodillas y toda la noche suplicó al redentor su perdón.
Desde aquella noche nunca más la vieja dijo chisme ni habladuría alguna, y empezó a profesar su santa vida.
La noticia corrió por todo el pueblo al cual aquella calle la bautizaron como «Callejón de las Animas», que actualmente tiene la misma forma como fue hace varios años y aquella casa donde vivía aquella vieja, simplemente es una casa sucia y deshabitada; aún dicen y se a visto que en las noches de luna llena, se prenden velas en la casa y se distingue la sombra de la vieja arrodillada escuchándose su voz rezando.