Cierta vez, antes de que se haga la carretera asfaltada de Huaral a Acos, todo era de tierra, con las chacras al lado y una que otra piaña con una cruz en los lugares donde habían ocurrido accidentes que dejaron fallecidos. En ese entonces una pareja de esposos viajaba de vacaciones, su destino eran los pueblos de la serranía de Huaral.
Salieron desde la capital y se fueron manejando por toda la carretera pasando por todos los lugarcitos que estaban al lado del camino, llegaron a conocer los baños termales de Collpa, Pacaraos y después tenían que pasar por Acos.
Pasaron varios días en aquel lugar y al regresar se fueron por una ruta diferente ya que la señora quería visitar a sus abuelos en Sumbilca y de paso ver la «Jugada de Gallo» que hacen los Huancos en febrero. Acabando eso tenían que regresar, de tal manera que tuvieron que manejar por caminos de la sierra Sumbilcana con mucho cuidado, pues los caminos estaban llenos de curvas y tramos en los que era imposible manejar rápidamente. Así que se les hizo bastante largo y tedioso el ir manejando en aquel sitio.
El señor cuenta:
Cuando regresábamos de Sumbilca nos agarró una lluvia intensa que hizo que condujera lentamente. Mi esposa se comenzó a poner algo tensa por que estábamos en medio de la nada y se podía ver poco por la lluvia; por lo que nos estacionamos al lado de la carretera a esperar que pasara la lluvia. Hacía algo de frio y nos abrazamos para entrar en calor. Cuando la lluvia cesó, nos dispusimos a seguir con el camino. Ya la tarde había caído por lo que estaba obscuro y se notaba una peculiar neblina al ras de la carretera. Salimos del auto para apreciar la sierra o al menos lo que podíamos observar a lo lejos, el sonido del campo al en donde estábamos y el olor a tierra húmeda inundo nuestros sentidos.
Al regresar al vehículo notamos que paso otro por la carretera muy rápido era un carrito modelo Ford y mi esposa se dio cuenta que iban un par de personas en el carro, que parecían ir algo desesperadas. Ella siempre fue muy observadora y yo solo quería llegar lo más rápido posible, ya nos había agarrado la noche en la sierra y sin conocer la carretera era para volverse loco; pero tenía que mostrarme sereno ante ella para no alterarla aún mas.
Le di marcha al carro y me fui manejando sin correr mucho, pensaba en quedarnos en el primer hotel que viéramos en Huaral y seguir nuestro camino a Lima durante el día; pero aquello se veía muy improbable estábamos en medio de la sierra. No tardamos mucho en ubicarnos cuando llegamos a Piscocoto, más adelante en el camino quedaban los poblados de La Perla y Huayopampa, éste último más o menos grande y pensamos que quizás allí encontraremos alguna pensión donde quedarnos, pero decidí seguir el camino.
Así que me fui seguro y pasamos de largo hasta llegar a la carretera que va al lado del río Chancay. No tenía mucho rato manejando por aquellos caminos cuando tomamos una pronunciada curva y luego un tramo largo en la zona de Huataya, de pronto a lo lejos vimos la luces traseras de un vehículo que parecía estar ladeado en un vado a un lado de la carretera, al pasar cerca del vehículo nos dimos cuenta que había chocado con una pirca, la cual se había desplomado y llegaron a chocar con un pino enorme, la parte delantera estaba hecha pedazos y el parabrisas roto. Me detuve unos metros más adelante y me bajé para ver si podía ayudar.
Al acercarme al auto siniestrado, tristemente me di cuenta que venía una pareja, estaban cubiertos de sangre, el hombre tenía la cabeza metida en el volante y aplastada en el tablero del auto, mientras que la mujer estaba prensaba entre la puerta y el asiento, aquello me ocasionó un pánico que me dejó en shock y temblando al ver la horripilante escena, al mirar la parte trasera del auto, me percate que venía otra persona, era una jovencita que estaba acurrucada en el asiento trasero, parecía estar inconsciente por que no se movía y pensé que también había muerto, aunque la parte trasera no había sufrido daños.
Intente abrir la puerta; pero esta se había atorado y me asomé de nuevo, esta vez la jovencita parecía estar sentada en el asiento llorando y tomándose el rostro con las manos, su largo cabello negro parecía cubrir su angustia y el dolor de haber perdido a sus padres. Me regresé al auto, mi mujer estaba parada a un lado temblando y claramente nerviosa. Saqué una herramienta para tratar de abrir la puerta y sacar a la joven, quizás llevarla a un hospital. Cuando regresé noté con extrañeza que la jovencita no estaba.
Eso me dejó con una gran duda y con algo de temor. Era imposible que hubiera salido, mi esposa jamás vio salir a nadie del auto y yo estaba seguro de haberla visto llorar amargamente. Sin saber que pensar, le dije a mi mujer que la joven no estaba, que no sabía a donde había ido. Ella siempre fue creyente de cosas de fantasmas y se asusto enormemente, me rogó que nos fuéramos de ahí y que llamáramos a las autoridades en el primer lugar donde haya un teléfono, eso era todo lo que podíamos hacer. Aunque nunca había visto a mi esposa aterrada, estaba a punto del llanto cuando accedí que nos fuéramos del lugar.
Mi esposa rompió en un llanto de miedo y pena por la pareja y por la situación de la joven. Yo aun no entendía como es que se había salido del auto o si en realidad lo que vi era alguien . No terminaba de pensar eso cuando en un instante los faros del vehículo iluminaron lo que parecía ser una persona corriendo por la carretera, para mi sorpresa era la joven que parecía haber visto en el auto siniestrado. Delgada de cabello largo y vestido de manta todo lleno de sangre, parecía correr con desesperación, apenas dije : ”esa es la niña”.
Mi mujer se alteró y se puso tensa, sin pensar sus palabras fueron “no te pares” Sin saber qué hacer, quise por un momento parar y ante la insistencia de mi mujer no lo hice, me seguí de largo no sin antes ver el rostro de aquella joven.
Estaba pálida y con un enorme gesto de tristeza y angustia. En cuanto vi que desapareció del camino, le dije a mi mujer que se calmara que ya íbamos rumbo a Huaral y pronto llegaríamos a un pueblo para descansar, ella comenzó a decir que tenía miedo. Que sus abuelos siempre le hablaron de apariciones o almas que rondaban esos caminos de la sierra en busca de paz y a veces de venganza, que nadie sabía que le tocaría en suerte y mas viniendo de noche.
Después de decirme eso sentí escalofríos; pero no era de esas personas creyentes de fantasmas. Al seguir avanzando por las curvas mi mujer por la impresión y por el movimiento sintió nauseas y ganas de devolver. Como pude me paré a un lado de la carretera y la ayudé. Luego de que se sintió mejor, su rostro cambió a un mueca de horror, sus ojos casi salidos de sus orbitas contrastaron con unos labios que comenzaron a temblar como queriéndome decir algo.
Corrí y la abracé, estaba temblando y helada. Al preguntarle que sucedía, tan solo levantó su mano y señaló algo. Al voltear una corriente eléctrica me recorrió de pies a cabeza y la impresión produjo que mi corazón se acelerara. A unos metros de nosotros estaba la joven del accidente. Estaba de pie, descalza y con el vestido y su manta lleno de manchas, su rostro era pálido y sus ojos reflejaban soledad y tristeza, estaba delgada hasta los huesos. Cosa que no había visto antes en el accidente. Casi con mi mujer a rastras la subí al coche y le di marcha para alejarnos de ahí.
Maneje lo mas rápido que pude y al dar la vuelta en una curva mi mujer comenzó a balbucear algunas palabras que no entendía, al final de sus frases tan solo me dijo: “¿Que quiere?” Luego de decir esto se quedo en total silencio y con los ojos cerrados, segundos después escuchamos en el interior del auto una voz femenina que decía: “A mi mamá”, casi de inmediato mi mujer comenzó a gritar histérica tapándose la cara y yo voltee de inmediato a la parte trasera del coche, cada músculo de mi cuerpo se tensó al ver que la joven venia sentada en la parte trasera, con su rostro pálido y demacrado; luego de verla, dibujó en aquel rostro fantasmal una sonrisa y comenzó a reírse con una sonrisa breve y silenciosa.
Mi mente se desconectó completamente, el miedo hizo que me paralizara y en vez de frenar aceleré el auto. Mi esposa gritaba con todo el terror que le pudo salir de su garganta y lloraba intentando que todo aquello fuera irreal. Yo con las manos temblando no sabía qué hacer, el frio nos invadió a ambos y de pronto unas luces que iluminaron el camino me alertaron que venía un vehículo de frente. Lo único en lo que pensé fue en volantear y eso fue todo. El auto cayó a un barranco no muy profundo; pero lo suficiente para que este diera varias vueltas. Entre los gritos de pánico de mi esposa, el horror se apoderó de mi y luego un gran ruido al caer al fondo del barranco. Estaba medio inconsciente y luego entre sombras y ruidos raros pude observar que frente a mi estaba el rostro de la joven, la veía borrosa y después la nada.
Desperté en la cama de un hospital, estaba en Huaral y no sabía como había llegado ahí, luego de muchas preguntas, yo solo deseaba saber cómo estaba mi mujer. Un doctor que me estaba atendiendo, me miró y me dijo que estaba recuperándose. Cuando me preguntaron la causa del accidente, no supe que responder o decir. Recordé todo y recordé la aparición de la joven, la maldije no sé cuantas veces y luego de recuperarme no quise volver al sitio del accidente, ni siquiera ver lo que había quedado de mi carro.
Al pasar los años la carretera después fué asfaltada, dicen que al momento de nivelar la carretera los obreros encontraban esqueletos humanos, muchas más piañas tapadas por los arbustos, era evidente una pesadez en las madrugadas. En nuestro pueblo, Sumbilca, hay muchas historias así, de miedo, que se cuentan frente al fogón o en mitad de la noche, ya pronto viene otra historia similar.
Sumbilcano