El amanecer le pareció hermoso después de haber tenido una noche tormentosa, que mejor que tomarse unos tragos de licor para templar el cuerpo y espantar los fantasmas que lo perseguían desde su niñez.
El negro Facundo salió de su escondite y se dirigió al pueblo, derechito a la cantina del “peludo”, apenas se apareció los parroquianos huyeron como si hubiera llegado la peste. Se fue a un rincón y como siempre lo hacía, pidió una botella de pisco y dos vasos.
El primer vaso que se llevó a la boca casi se le cae de las manos porque mucho le temblaba y lo tomó a sorbos, después del segundo trago cedió la resaca y la tembladera se le pasó.
Cuando acabó de tomar la bebida junto al amigo que nadie veía, salió del bar y con un gesto burlón respiro profundamente – se creía el dueño del mundo- camino unos pasos, cuando de repente sintió, un puñal que le atravesaba la espalda, se desinfló y cayó de bruces al suelo, quiso defenderse pero varios sujetos ya lo estaban rematando.
Se vio de niño, negrito como el carbón, acurrucado a su madre cerca de un fogón, en una chocita de caña, cubierta de ramas, no conocía a su padre, porque abandonó a su madre al quedar embarazada.
Una tarde de invierno cuando tenía siete años, apareció en la puerta de la vivienda un hombre que parecía un fantasma; su madre al verlo se paralizó, e hizo un ademan de huir pero él le rogó que no lo hiciera; lo invito a pasar y conversaron e hicieron otras cosas y se quedó esa noche y otra noche y después todas la noches.
Después supo por boca de su madre que aquel hombre era su padre, que había llegado huyendo de su patrón que le encontró robándole.
Al principio aquel ser no demostró su verdadero rostro, pero el tiempo se encargó de quitarle la careta; era violento y abusivo, un tarde cuando regresaba de recoger leña del campo, encontró a su madre con el cuerpo amoratado, instintivamente cogió un cuchillo de la cocina y se le abalanzó a aquel abusivo, pero su padre era más fuerte y de una sola bofetada lo tiró por los suelos y empezó a golpearlo, después de este suceso huyó al monte donde encontró a otros marginados como él, vivían como salvajes robaban animales y frutas, esto robos que empezaron por necesidad, se convertirían luego en actos despreciables, -estos pequeñuelos llegaban a las casa de los yanaconas y a punta de cuchillos les quitaban todas cosas- el botín producto de sus fechorías lo utilizaban en la compra de drogas y alcohol.
Una tarde cuando Facundo caminaba por un atajo rumbo a su escondite, encontró a un animal que se parecía a un chancho estaba amarrado por las patas, y al parecer llevaba varios días así, porque estaba agonizando, cogió su cuchillo que llevaba en el cinto y corto las ataduras; y ante sus ojos el animal empezó a transformarse en hombre, lo reconoció al instante era Benítez más conocido como “yerba mala” porque decían que tenia mas de cien años y no moría.
El hechicero al verse descubierto se cortó el brazo y arrancó el SANTOLINO que llevaba debajo de la piel; cogió la cabeza de facundo y le hizo un pequeño corte en la frente donde introdujo la imagen y escupiendo al cielo pronuncio estas palabras:
“hoy es mi momento de morir y a ti te dejo la fuerza y la vida para siempre”
Cuando facundo reaccionó, el viejo estaba muerto.
También llegó a su mente lo ocurrido la noche anterior…
Continuara…
Alberto Colán Falcón