La universitaria Karina de Assis, de 23 años, se arranca el cabello desde la infancia.
En momentos de ansiedad o estrés, el acto de la joven se vuelve aún más frecuente.
«En cualquier momento complicado cuando estoy sola, tomo parte de mi cabello, lo arranco y no me doy cuenta, cuando veo, tengo un mechón de pelo en mi mano», le cuenta a BBC Brasil.
La joven comenzó a arrancarse el pelo a los nueve años.
«Descubrí que hacer eso me causaba cierto alivio y no paré más», dice.
A los 16, la muchacha se quedó calva.
Causas casi desconocidas
El acto descontrolado de arrancarse el cabello se denomina tricotilomanía.
Los estudios apuntan que del 0,6% al 3,6% de la población mundial sufre esta enfermedad.
A los 16, la muchacha se quedó calva.
Causas casi desconocidas
El acto descontrolado de arrancarse el cabello se denomina tricotilomanía.
Los estudios apuntan que del 0,6% al 3,6% de la población mundial sufre esta enfermedad.
Muchos casos se relacionan con otros cuadros psiquiátricos, como ansiedad, trastorno de excoriación —cuando la persona se rasca compulsivamente la piel hasta dejar la carne descubierta— o con el trastorno obsesivo compulsivo (TOC).
«Pero algunas personas pueden tener sólo la tricotilomanía», comenta el psiquiatra.
Más mujeres
Las mujeres son las más afectadas por la enfermedad. Los estudios indican que del 75% al 90% de los pacientes de tricotilomanía son del sexo femenino.
«No se saben los motivos para esa diferencia entre hombres y mujeres, pero puede deberse a que ellas son las que más buscan tratamiento, porque tienden a incomodarse más con la falta de cabello», explica Casella.
La tricotilomanía se manifiesta de dos formas: automática, cuando la persona nota el comportamiento solo al ver el cabello arrancado; o enfocada, cuando el cabello se retira con alguna intención, como reducir el estrés y la ansiedad, o por puro placer.
Es común que los pacientes presenten las dos variantes.
La enfermedad puede tratarse por medio de un acompañamiento psicológico o psiquiátrico.
En muchos casos, es necesaria también la ayuda de medicamentos, como los antidepresivos.
«Dicen que estoy loca»
Cuando Karina tenía 12 años, su madre se preocupó por la reducción del volumen de su cabello.
La llevó a un médico y recibió el diagnostico de tricotilomanía.
A partir de entonces, la universitaria comenzó a recibir tratamiento psiquiátrico.
«Tomé medicamentos para controlar mi ansiedad y eso me ayudó», cuenta.
«Pero paré el tratamiento (por falta de dinero) y perdí todo el control de la enfermedad. Volví a arrancarme el pelo como antes», revela.
Desde entonces, el pelo de la estudiante fue desapareciendo hasta que se quedó calva.
La falta de cabello perjudica la autoestima de la joven, que tiene dificultades para hacer amistades o salir de casa. «Acabo quedando más aislada», lamenta.
Cuando sale, escucha varios comentarios en la calle.
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