Perú conmemora este miércoles 50 años del golpe militar que llevó al poder al general Juan Velasco Alvarado, cuyo régimen acabó con la oligarquía latifundista y ensalzó a los indígenas, dejando secuelas aún visibles.
El experimento nacionalista de izquierda, que Velasco bautizó como «Revolución Peruana», sufrió un fracaso económico, pero alteró para siempre el rostro del país al ayudar a despertar la conciencia social de los indígenas, muy postergados hasta entonces.
El golpe incruento del 3 de octubre de 1968 derribó al presidente de centroderecha Fernando Belaúnde, quien fue detenido mientras dormía y puesto en un vuelo rumbo a Buenos Aires.
En una ironía, Belaúnde volvió al poder en las urnas en 1980, al término del régimen militar.
Velasco -quien fue derrocado en 1975 por el general Francisco Morales Bermúdez- hizo una reforma agraria que liquidó a la clase terrateniente y le arrebató a la izquierda las reivindicaciones sociales.
«No se puede dejar de reconocer que las vías para un cambio social ordenado y legal en el Perú, parecía, en esos momentos, bloqueado por una oligarquía poderosa y poco preocupada en el futuro del país», apunta a la AFP el historiador Carlos Contreras.
Velasco (1910-1977) expropió empresas creando un modelo intervencionista con centenares de compañías estatales.
Dos calles llevan su nombre
El legado de Velasco es «malo en casi todo», dice a la AFP el analista político Mario Ghibellini. «No puede haber nada bueno ni méritos, en aquel que da un golpe de estado».
«La coartada de que necesitamos cambiar las estructuras sociales, es la misma justificación de todos los gobiernos dictatoriales, solo que esta vez de signo de izquierda», destaca.
Velasco lideró un movimiento de oficiales socialistas inspirados en la revolución egipcia de Gamal Abdel Nasser y el modelo yugoslavo de Tito.
Gobernó siete años hasta que el 29 de agosto de 1975 Morales Bermúdez lo derrocó, dando un giro a la derecha y separando a los militares socialistas.
Si bien hay calles con su nombre en dos municipios de Lima, el aniversario del golpe pasará inadvertido en un país donde Velasco solo es reivindicado por el partido del expresidente Ollanta Humala (2011-2016), un militar retirado que lo considera su ídolo.
Luces y sombras
«El autoritarismo y la falta de control de su gestión trajo consigo corrupción y atraso económico», indica Contreras.
Lo rescatable fue «la puesta en marcha de reformas sociales y económicas necesarias o positivas, como el fin de la servidumbre agraria» en 1969, explica este profesor de historia económica en la Pontificia Universidad Católica.
«La reforma agraria fue una idea buena porque existía un mal reparto de la tierra, pero estuvo mal no indemnizar económicamente a los propietarios, ya que ello alejó la inversión del agro por varias décadas», añade.
El nacionalismo cultural fue otro legado positivo de este militar de origen humilde nacido en Piura (norte), que buscó reforzar el sentimiento de comunidad entre los peruanos.
Velasco oficializó el quechua -el idioma de los incas- como segunda lengua de Perú y revalorizó símbolos de la cultura indígena o mestiza, como el caudillo rebelde del siglo XVIII Túpac Amaru.
Hugo Chávez era «velasquista»
«Ollanta sabe que yo soy velasquista», declaró en 2012 el entonces mandatario venezolano Hugo Chávez en su programa de televisión tras recibir de Humala un libro con discursos de Velasco.
«Éste fue un ejemplo de una revolución política dirigida por este buen general peruano a quien tuve el honor de conocer y saludar en Lima, en 1974», evocó Chávez, fallecido en 2013.
Temor a injerencia estatal
Contreras dice que «Velasco abonó una cultura de autoritarismo y falta de respeto a las normas que ha tenido un legado negativo en el Perú», al derrocar un gobierno constitucional, clausurar el Congreso, deportar políticos y reprimir a los partidos.
La expropiación de periódicos, televisoras y radioemisoras, le otorgó en 1974 el control total de las informaciones, abriendo una crisis crónica de credibilidad en la prensa.
El recuerdo de Velasco funcionó como recurso para impedir una victoria electoral de la izquierda, según analistas.
«El hecho que sectores liberales o conservadores tengan un temor visceral a la injerencia del Estado en la economía deriva probablemente de la experiencia del gobierno militar», explica a la AFP el internacionalista Farid Kahhat.
Tan visceral es el rechazo que «ni siquiera aceptan ideas que eran aceptables para (la exprimera ministra británica) Margaret Thatcher», concluye Kahhat.
AFP