No creo que a estas alturas exista alguna persona que se sienta sorprendida por la actitud que han asumido los empresarios de la política, mejor dicho, de la politiquería. Estos modernos mercachifles han convertido las candidaturas, a cargos de gobiernos, en mercaderías a vender al mejor postor. Este hecho, de paso, ha convertido a estos comerciantes de candidaturas en los más eficientes facilitadores para el logro del incremento de la corrupción. Cosa, que ellos lo saben muy bien y, sí no hacen nada por recapacitar y/o cambiar de actitud, es porque, con toda seguridad, se encuentra dentro de sus planes por mantenerse o apropiarse del poder.
Al aporte económico que “normalmente” exigen a los aspirantes a candidatos, ahora, le suman la exigencia de que personas de su entorno más cercano, ocupen los primeros lugares dentro de la listas de regidores y, en el colmo de la desfachatez o ambición descontrolada, éstos deben de ser como mínimo tres, en el caso de las alcaldías provinciales y dos en las distritales.
A este mal, los aspirantes a candidatos, deben de agregar las apetencias de algunos “socios estratégicos”, actuales poseedores del poder municipal o dueños de movimientos políticos locales -Con supuesta o verdadera capacidad de convocatoria- que también piden lo suyo: Aporte económico y un lugar privilegiado, dentro de la ya maltraída lista de candidatos, para algún amigo o familiar desocupado.
Este panorama debe de obligar al futuro elector a valorar su decisión al momento de votar, pero, para poder hacerlo, debe, desde ya, poner su mayor atención en lo que viene aconteciendo, para poder identificar plenamente a estos mercaderes de la politiquería. Una necesidad no solo para impedir que estos sujetos se salgan con la suya, una vez más, sino, también, como una demostración de que en verdad están preocupados por el crecimiento, hasta ahora incontrolable, de la corrupción dentro de los gobiernos regionales como en los locales.
Que el voto, no sea una mercadería más, pasible a ser comprado o vendido. El ciudadano tiene la palabra y acción a su disposición. El silencio y la inacción fortalecen al corrupto. Algo que se debe de entender muy bien.
