Durante décadas, las industrias han vertido sin freno sus residuos a los ríos y mares. El crecimiento de las ciudades ha desbordado la gestión de sus desechos, que son arrojados en grandes cantidades al agua, sin recibir tratamiento alguno. La agricultura con sus prácticas de fumigación, mediante insecticidas, pesticidas, plaguicidas y herbicidas, con los modernos abonos sintéticos y otras sustancias artificiales, que van a parar finalmente a los ríos, han modificado sustancialmente las características de las aguas y afectado profundamente su salubridad.
Cada año se vierten al mar, miles de toneladas de petróleo, de fosfatos, de detergentes, de aceites de refinerías, de mercurio, de plomo, de pesticidas de cloro, de partículas de metales pesados, extremadamente tóxicos.
El rosario de barbaridades que la industria y la sociedad de consumo pueden cometer con el agua, es de lo más amplio y variado y supera los límites de la imaginación y también los límites admisibles para la salud humana y animal.
En estos últimos años, la población chancayana y de lugares aledaños, han visto con alarmante preocupación el deterioro de sus playas, que definitivamente ya no son aptas para el baño, ya que quienes se aventuran a ingresar al mar, soportando los olores nauseabundos, son víctimas de alergias, intoxicaciones, celulitis y toda clase de infecciones dérmicas. Además, el alto grado de contaminación de nuestro mar, pone seriamente en peligro su vida acuática y por ende la pesca artesanal, que es la principal fuente de ingresos y recursos alimentarios de esta parte del Perú.
En todas las ciudades del mundo, se toman medidas cada vez más drásticas y urgentes para minimizar la contaminación. También lo están haciendo casi todas las ciudades de nuestro litoral, con el tratamiento de las aguas residuales, con un estricto control de los desechos industriales, con la eliminación de fosfatos en los detergentes, incluso con el traslado de las industrias y puertos a zonas despobladas.
Tal es la conducta responsable de los pueblos y sus autoridades. En todas partes, menos en Chancay, donde estas razones no se entienden por el vil interés de un puñado de monedas (Qué duda cabe).
En nada afectaría que el Megapuerto se haga en Río Seco. De lo contrario esta obra será la mortaja de un próximo cadáver que estará conformado por las poblaciones de Huaral, Chancay, El Puerto y Centros Poblados vecinos.
Urge que las autoridades de más alto rango, actúen con madurez, compromiso, responsabilidad y respeto por la vida y la salud que hoy se encuentran en serio y alarmante peligro.
Huaralenlinea.com