Con la paciencia del cronista de la conquista, Fernando Rodríguez transita por territorios desconocidos de la literatura española y latinoamericana; va rescatando personajes olvidados por la historia, escudriña en sus almas y descubre en ellos valores, que a pesar del tiempo transcurrido aun no se han perdido.
Fernando realiza un profundo trabajo de investigación y análisis literario en cada tema que toca, labor que lo convierte en el único filólogo peruano que pertenece al exclusivo Grupo de Investigación Siglo de Oro, GRISO, logia que reúne a los más destacados especialistas de la lingüística española.
Fernando Rodríguez estuvo de fugaz visita por Lima y nos concedió la primicia de esta entrevista para la columna: Conversaciones en el naranjal
Dime Fernando ¿Cuánto tiempo en España? ¿Cómo mantuviste el vínculo con tus raíces peruanas?
Marché a España por mis estudios doctorales, que me tomaron cuatro años. Aunque ya no vivo en la Península, es un lugar al que siempre vuelvo, por motivos personales (mi hermana vive allí y aún conservo amistades), de investigación (soy especialista en literatura española) y por la búsqueda de estímulos estéticos, tantos conocidos como nuevos. Además, vivir fuera me produjo un redescubrimiento de la literatura peruana. En mis años en Lima, por ejemplo, apreciaba la poesía surrealista, como la de Westphalen y Moro; en Pamplona releí a Vallejo y aprendí a leerlo mejor. Lo mismo podría decir del Inca Garcilaso de la Vega o Ribeyro, cuyas obras vine a releer y estudiar más en profundidad solo después de irme.
Veo que a través de tus Guías de Lectura promueves técnicas para entender mejor las obras literarias entre los estudiantes secundarios ¿Qué es la lectura para ti?
El proyecto de las guías de lectura fue muy enriquecedor para mí. Se trata de una colección dirigida a estudiantes españoles de educación secundaria. El reto es presentar una obra literaria, resaltar sus valores y proponer diversos aspectos de análisis profundo, aunque sin caer en demasiados tecnicismos. Se trata de explicar temas complejos con el lenguaje más sencillo y didáctico posible. Me parece un principio educativo muy noble y es el mismo que aplico en mis clases. Respondiendo a la pregunta propiamente, la lectura es un acto íntimo que debe combinar reflexión con goce estético. Hay textos que te ofrecen más lo primero que lo segundo o al revés. Hay otros que tienen un equilibrio difícil de lograr. Pero en esto último reside el genio literario: es lo que podemos encontrar en César Vallejo o Miguel de Cervantes, por dar solo dos ejemplos.
Un tema recurrente de tu temática literaria son los seres marginales ¿Qué buscas en ellos?
Mi conexión inicial con el pícaro, un marginal por naturaleza, proviene del humor y la aventura que encontraba en obras como El buscón don Pablos o el Lazarillo de Tormes. Más adelante, cuando fui madurando como lector percibí que tales textos tenían también una hondura existencial y de crítica social que se mantiene viva a lo largo de los siglos. Del pícaro o del personaje marginal, en términos amplios, me interesa su mirada crítica frente a los males de su sociedad, males o vicios que él conoce mejor que nadie porque los ha sufrido y, en algún momento de su vida, los practica cínicamente. Lázaro de Tormes nos cuenta su vida de fortunas y adversidades señalando que no es más santo que sus vecinos, sino quizás todo lo contrario: es alguien que puede hablar de lo más abyecto porque ha vivido en la abyección. Si se mezcla ese ímpetu autobiográfico, de confesión de crímenes propios y ajenos, con una forma literaria efectiva y sugerente (la narrativa episódica, una prosa burilada y una representación grotesca de la vida), nos encontramos ante un cóctel letal.
Fernando Rodriguez M., rodeado de sus amigos
¿Por qué ese afán de dar protagonismo a los personajes secundarios de la literatura española?
Mi interés en el marginalismo proviene de la reflexión expuesta en la pregunta anterior. La literatura española, en particular, forma parte de nuestra tradición y encontré en los textos del Siglo de Oro una veta muy rica en la que me metí hasta los codos por gusto personal. No olvidemos que es la misma época en la que vivió y escribió el Inca Garcilaso de la Vega, un ejemplo magnífico de mestizaje cultural, complejo y con puntas de genialidad también. Por último, mi interés en personajes aparentemente secundarios tiene que ver con mi gusto por los antihéroes y los que no tienen voz. En eso, comparto con Ribeyro las ganas de darle voz al mudo.
De que manera contribuyen esos personajes en el desarrollo de la literatura?
Los personajes secundarios o marginales contribuyen en la medida en que son los antecedentes y pioneros del realismo como escuela literaria, que recién se consolidó en el siglo XIX. Los pícaros, por ejemplo, son los primeros personajes literarios estrictamente urbanos, en una época en que los protagonistas de la literatura más canónica eran caballeros andantes (tal era el sueño de don Quijote) o pastores que vivían en entornos naturales sumamente idealizados. Son precursores de los protagonistas de la narrativa más contemporánea. Pensemos en las obras de autores como Roberto Arlt en Argentina o el mismo Oswaldo Reynoso en Perú.
Te identificas con tus personajes? ¿Alguna vez te has sentido marginado?
Puedo sentir una identificación por sus inquietudes (como la crítica social y de temas éticos), pero sería de segundo grado. Probablemente he podido también identificarme con su marginalidad en la medida en que me dediqué a una carrera que, en principio, no encaja en los convencionalismos sociales. Quienes se dedican a las humanidades suelen ser los parientes pobres o los “raros” de la familia. Hablo naturalmente de los prejuicios existentes en nuestro medio.
Háblanos de tu novela Gabinete veneciano.
La idea de Gabinete veneciano se me ocurrió a inicios de 2007. A diferencia de lo que suele pasar, inventé primero el tema y luego la historia. Quería escribir sobre el deseo triangular, sobre la perversidad y las obsesiones estéticas. Naturalmente, son temas que no me son ajenos, pero que están, por necesidad, recreados, reinventados y repotenciados a través del lenguaje literario. Me reconozco en la pasión de Espina por la pintura renacentista, pero también en la vanidad soterrada y las contradicciones vitales de Clarissa. Diéguez tiene algo de los ímpetus de mi primera juventud llevados al extremo.
La novela fue escrita a inicios de 2009 y publicada bajo el sello editorial Mirada Malva, de Madrid, a fines de 2011. Una de las características que más saltan a la vista de Gabinete veneciano es la ausencia de una representación realista de la sociedad peruana. Fue una decisión personal, estética, si se quiere, renunciar a una representación de ese tipo. Cuando imaginé el proyecto, me interesaba hablar de una clase media alta en la que pudiera traslucirse el caso peruano, el que me resulta más familiar, pero sin pretender radiografiarlo. De allí vino también mi renuencia a publicar la novela en Perú, en un intento (creo ahora que vano) de apuntar a una audiencia que no me prejuzgase como un émulo de Vargas Llosa.
Fernando Rodríguez M. rodeado de sus alumnos
Por la temática que desarrollas de investigación y análisis literario, te conviertes en uno de los pocos peruanos que siguen esa línea ¿Es cierto esto?
Sinceramente, no lo sé o no me siento en capacidad de responder. El ejercicio de la literatura tiene una dimensión social en la que, por diversas razones, no participo. Me encantaría poder hablar de un grupo o movimiento estético afín o colegas con los que sintiera una empatía intelectual o espiritual, pero no es el caso. Antes que nada, soy un profesor y tal es mi medio de vida. Aneja a mi actividad docente, se encuentra la investigación en los temas de mi especialidad, vinculados con los cursos que imparto (literatura española, Siglo de Oro, novela picaresca, etc.). Además de ello, me dedico a la creación literaria, pero no hago vida de escritor.
¿Te consideras un cronista de la vida y las búsquedas literarias?
Todos lo somos, en mayor o menor medida. Las búsquedas literarias y algo de crónica están presentes en mi blog, Oro de Indias. Allí recomiendo libros que me gustan, publico avances de investigaciones y también difundo fragmentos literarios, como los diarios de Luis Alberto de Celis, cuya figura estoy sacando a la luz.
¿Qué recuerdos de tu infancia?
Pese a los años duros que pasó nuestro país por aquellos años (década de 1980), albergo recuerdos familiares entrañables, aunque no soy muy dado a entregarme a la nostalgia. Además de la vida en familia, las primeras ilusiones (los álbumes de cromos, las proezas deportivas, etc.) y los episodios escolares (algún profesor estimulante, la historia, el compañerismo) son lo que me viene a la cabeza primero. Más adelante, a partir de los once y doce años, las lecturas, la música y las películas son los hitos que marcan épocas en mi vida y aún lo hacen.
¿Quién influencio en tu vocación literaria?
En términos de autores y obras, hay lecturas de adolescencia que instalaron en mí un deseo de experiencias diferentes, aprender más y ampliar mis horizontes vitales. Antonio Muñoz Molina y Arturo Pérez-Reverte, por un lado, estimularon mis primeros pasos. Sin embargo, uno de mis dioses tutelares, quien realmente marcó mi experiencia literaria, hasta el punto de producir un antes y un después, es Juan Carlos Onetti, cuyas ficciones, aunadas a su personalidad, definieron buena parte de mis gustos estéticos posteriores.
Actualmente ¿Dónde resides?
En 2008, luego de obtener el doctorado en España, fui a trabajar a la Universidad Carolina del Norte en Chapel Hill. Dos años más tarde, en 2010, me mudé al norte del estado de Nueva York, para trabajar en una universidad llamada Hobart and William Smith Colleges. Se trata de lo que en Estados Unidos se conoce como “liberal arts college”, un centro de enseñanza superior universitaria con énfasis en una formación humanística integral y vocación interdisciplinaria, bajo un modelo educativo totalmente orientado al estudiante, con grupos reducidos, cursos organizados a la manera de seminarios de investigación y actividades extracurriculares. Estoy muy a gusto trabajando allí.
¿Qué proyectos estas trabajando?
Tengo proyectos diversos que voy desarrollando en paralelo y se concretan solo cuando los culmino. Por ahora, solo quisiera decir que, cuando tengo tiempo (que es cada vez menos), intento acabar una novela corta, llamada Diana divaga.
Huaral Huaralín