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Las cinco causas, no mayas, por las cuales se podría acabar el mundo

Estas son las formas en que la ciencia cree que llegaría el final… en cientos o miles de años.

Lo han dicho y repetido científicos de todo el mundo, y la Administración Aeroespacial de Estados Unidos (Nasa) lanzó una ofensiva en redes sociales para gritarlo a los cuatro vientos: el mundo NO se acaba este 21 de diciembre, y hay quienes ponen en duda, incluso, que ese sea el sentido de las profecías mayas.

Lo que sí es cierto es que la humanidad -o incluso el planeta- no va a estar aquí para siempre y cuando el fin llegue, hay escenarios que resultan posibles aunque, por fortuna, también remotos e improbables.

Desde accidentes cósmicos como el impacto de un asteroide hasta eventos biológicos o geológicos, sin descartar algunos ocasionados por el hombre, estas son cinco maneras en que, según la ciencia, el mundo -como lo conocemos- podría llegar a su fin.

El impacto de un meteorito

Es el escenario más familiar, gracias a películas como ‘Armageddon’. En el pasado ha habido ‘encuentros cercanos’: en septiembre de 2012, un asteroide pasó a 2,5 millones de km de la Tierra, unas siete veces la distancia a la Luna. En febrero del año 2013, una roca de 45 metros de diámetro pasará tan cerca que podría impactar un satélite. Aún así, las probabilidades de que ocurra un choque fatal en el lapso de una vida humana son de una entre 700.000.

Una guerra nuclear

Pasada la Guerra fría, más que los enormes arsenales de Estados Unidos y Rusia -que comprenden un 90 por ciento de las armas nucleares en el mundo- el problema es la proliferación, es decir la entrada de nuevos países al ‘vecindario nuclear’. Que los conflictos entre las Coreas, o entre India y Pakistán escalen hasta un enfrentamiento nuclear es hoy un escenario más probable, así como el de un ataque terrorista. Más allá de las víctimas iniciales, una guerra nuclear podría matar a una quinta parte de la población mundial en 10 años y generar un invierno nuclear.


La explosión de una supernova

Cuando una estrella gigante estalla en lo que se conoce como una supernova, puede liberar más energía que la que el Sol emitirá en toda su existencia. Semejante cantidad de radiación aniquilaría la vida de cualquier planeta en su camino.
Pero las explosiones de supernovas son raras y lejanas. La última observada en la Vía Láctea ocurrió en 1604. Pero incluso las ubicadas a miles de años luz pueden tener efecto en la Tierra. Se cree que hace 440 millones de años una supernova extinguió el 60 por ciento de la vida marina en el planeta.

Una pandemia global

En 1918, la gripe española cruzó el mundo y dejó una estela de destrucción entre 20 y 50 millones de muertos. Si hoy se presentara una pandemia similar, podría extenderse con mucha mayor rapidez y efectividad gracias a la red global de rutas aéreas. Sin embargo, también los medios para combatir epidemias han mejorado. Aunque un brote global de influenza o Sars es una posibilidad, y crearía una emergencia sin precedentes, no es probable que un virus pueda matar a absolutamente todos en el planeta.

La erupción de un supervolcán

Ni el Krakatoa ni el Vesubio merecieron ser llamados ‘supervolcanes’. Este tipo de volcán -que no tiene forma cónica- puede abarcar kilómetros bajo tierra y sus explosiones no tienen rival. Por dar un ejemplo, el supervolcán ubicado bajo el parque Yellowstone, en EE. UU., tiene la capacidad para expulsar a la atmósfera 2.000 millones de toneladas de materiales tóxicos que causarían el equivalente a un invierno nuclear. Su última supererupción ocurrió hace 640.000 años.

Fuente: eltiempo

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