Cada 1 de octubre se recuerda el Día del Periodista Peruano. Históricamente en la fecha se conmemora la aparición del Diario de Lima editado por Jaime Bausate y Mesa. Según las crónicas, «un joven audaz, culto e inteligente» venido de Extremadura (España) en abril de 1790, hace 221 años y quien después de superar muchas fatigas dio a luz el primer diario de América: El Diario de Lima.
El propio Bausate y Mesa dice en memorial dirigido al Rey, lo siguiente: “Cuando llegué a este tan remoto clima, advertí que aun habiendo muchos sabios y doctores en toda materia, permanecían en una inacción letárgica, sin que ninguno se aprestase a publicar una obra periódica que los inquietase y pusiese en movimiento. Visto esto determiné emprender la laboriosa tarea de un diario «Curioso, Erudito, Económico y Comercial» como el que corre en esa y demás cortes cultas de la Europa Iluminada…»
Bausate y Mesa, esgrime las cualidades que necesita todo periodista. Voy a mencionar cada una de ellas pero desde una mirada dos siglos después. Osborn Elliot, Decano de Periodismo de la Universidad de Columbia, precisa que el periodista necesita una mente abierta, afán de conocimiento y el convencimiento de que las cosas no son lo que parecen. Esta natural controversia le acompañara siempre por la que tendrá que afinar su capacidad de discernimiento.
Otra cualidad que no debe faltar en todo periodista, es la convicción certera del respeto a la dignidad humana. La dignidad es un atributo de las personas que está por encima de las pellejerías y los demonios interiores. El respeto a la persona es imprescindible para quienes dan cuenta de acontecimientos humanos. En principio quien no respeta a los demás no se respeta a sí mismo.
La materia prima del periodista es el lenguaje. Un periodista con mala ortografía y con balbuceada sintaxis es una amenaza para el medio en el que trabaja. Sus posibilidades comunicativas son bastante limitadas. Hay quienes creen que tras el periodista se oculta muchas veces la vena literaria de un escritor o un poeta frustrado. El dilema es muy claro. La literatura es ficción y el periodismo es la realidad químicamente pura. Los hechos no pueden ser arreglados como si se tratara un cuento o una novela. Los cuentos son producto del oficio de los narradores y cuentistas. Los periodistas no somos cuentistas. Es principio fundamental que todo periodista tenga una alta consideración de las riquezas de la lengua y usarla correctamente. El libro de cabecera del buen periodista es el diccionario de la Real Academia al que en las redacciones se le conoce con el nombre de «mataburros». No se aprende la ortografía memorizando reglas sino leyendo con pasión y sin límites. ¿Qué leer? Hay que leer de todo. Lo bueno y lo malo. Los periodistas que han leído el Quijote son una especie rara. Otros desconocen totalmente a Vargas Llosa. Periodista que no lee ignora lo que se pierde. El periodista que lee tiene una cultura vasta, mejora su estilo, sabe y enseña.
Los periodistas de antaño aguzaban su lógica en el cine. El cine muestra el mundo y permite que penetremos en los misterios de realidades ajenas a nosotros. Entender el cine requiere sutileza lógica. El cine es un arte en donde todas las fantasías cobran realidad. Muchos crímenes tienen una trama cinematográfica.
Otra de las cualidades del periodista es la de saber saborear la vida. En el periodismo algunas son de cal y otra son de arena. Siempre hay que saber apreciar los conflictos de la vida moderna. Muchas veces se nos parte el alma y el corazón en las tragedias humanas. Sin embargo, tenemos que aprender que muchos de los conflictos de la vida no tienen solución. Tampoco podemos convertirnos en una sociedad de socorro que resuelve problemas ajenos. Los problemas finalmente nos desbordarán. Sucede que la naturaleza humana tiene sus propias truculencias. Tampoco tenemos vocación de malhechores del bien como señalaba don Jacinto Benavente.
Los periodistas a través de los medios movemos corrientes de opinión pero no somos opinión exclusiva. Los líderes sociales compiten con nosotros a través de las redes sociales. La simultaneidad de hechos y opiniones tiene una velocidad impresionante. El futuro de los diarios está en las autopistas de la información. Internet ha provocado la disolución de las fronteras que separaban anteriormente a los medios conforme a su soporte y formatos. La Web ha provocado también una confluencia de medios. Radio, televisión y textos pueden ser utilizados simultáneamente a través de dispositivos como el Blackberry, el teléfono celular, internet y el televisor digital.
Las tareas tradicionales que se resumían en el reporting, editing y writing. El acopio de información, la selección y codificación periodística. Se realizan ya no en las redacciones de los diarios sino en el lugar en el que se encuentren los periodistas. Podría ser en una conferencia internacional, la calle de un barrio peligroso o en el mismo lugar de los acontecimientos. La redacción se ha deslocalizado y globalizado. Y este es un fenómeno actual patente y vigente.
Dicen los filósofos existencialistas que el hombre es un ser que camina inexorablemente hacia la muerte. El periodista es un ser que se dirige hacia la noticia. La velocidad con la que transmite hoy una noticia. Requiere más que antes credibilidad y honestidad. El ser para la noticia requiere el respeto al público y a los interlocutores que hoy pueden opinar sobre información. Pueden confirmar lo que yo digo, pero también está abierta la posibilidad de aclararme si mis datos no son exactos. La interlocución permite también que el público se exprese con absoluta libertad, incluso hasta los denuestos, o expresar, como corresponde a una sociedad democrática, puntos de vista diferentes que estamos obligados a respetar.
En conclusión el periodismo no es una organización de fantasías. Este es el territorio de la literatura. Pero el periodista, muchas veces, es un artesano de la palabra. Tiene que escribir y reescribir su noticia en aras de la verdad y la dignidad de las personas. La verdad es conformidad con la realidad. Según Tomás de Aquino adecuación de la mente a las cosas. No es una adecuación a la mentira.
Buscar la verdad acarrea grandes sacrificios hasta la propia vida. Fue lo que sucedió el 26 de enero de 1983 en Uchuraccay, hace 28 años. El Perú se sobresaltó con la muerte de ocho periodistas: Eduardo de la Pinela, Pedro Sánchez, Jorge Luis Mendivil, Jorge Sedano, Willy Reto, Octavio Infante, Félix Gavilán, Amador García y el guía Juan Argumedo. Uchuraccay es una página de la historia escrita con sangre. Una desgarradora hegemonía del sufrimiento que nos conmocionó y nos hizo recordar que somos noticia.