Durante la evolución de la humanidad existieron personas que apoyaron la labor de parto de las mujeres, por lo que podemos decir, que la labor de Obstetriz, tiene un origen natural en el desarrollo de la vida de nuestro planeta.
En nuestro país durante la época preincaica (2500 años a.c.) ya se tenía conocimiento claro del embarazo como resultado de la relación sexual entre dos convivientes, tenían mecanismos de planificación familiar y existían mujeres que ayudaban en el parto. La historia peruana revela que en el año 1025 a.c. se prescribían infusiones de la hierba Witapallo, con el fin de aminorar el dolor de las parturientas.
En el siglo XVII en la ciudad de Lima se contaba con una profesora de obstetricia llamada Feliciana de Jáuregui que trató de erradicar el empirismo obstétrico que estaba causando mortalidad. El padre Francisco Gonzales Laguna en 1781 ya escribía sobre la necesidad de formar personas para la asistencia de las mujeres en sus partos, «Debían ser éstas instruidas, examinadas, aprobadas, juramentadas y en suficiente número; y asimismo, excluidas del oficio, bajo graves penas, las que se introdujesen en él, si así no fuesen».
El mismo religioso proponía una cartilla para la educación a parteras con normas y principios morales; fijando las primeras pautas para la formación científica, técnica y profesional de la Obstetricia.
El siglo XIX, se iniciaba en el continente con grandes cambios estructurales, sociales, políticos, religiosos, económicos y comerciales como consecuencia e influencia de los eventos en Europa, que la Revolución Francesa en 1789 desencadenó nuevas corrientes ideológicas que se manifestaron a través de los movimientos libertarios independentistas, que luego dieron nacimiento a las naciones americanas. En el Perú, antes y sobre todo después de la gesta independentista de 1821, se produjeron severos cambios en todas las esferas del acontecer político, económico, social, demográfico y sanitario del país que impactó severamente en la salud y en la economía nacional de los peruanos de esa época. Por esas fechas los partos eran atendidos en los domicilios por parteras aficionadas, con los riesgos que esto implicaba.
Una partera era una mujer que seguía la tradición, sin estudios en la materia, calificada para su oficio por el solo hecho de haber asistido otros partos. Fue en estas circunstancias que llegaron desde Europa, dos destacados profesionales de Obstetricia: el Dr. Juan Fessel y Benita Paulina Caudeau de Fessel.
Fue entonces que Dr. Hipólito Unanue como Ministro de Salud, propuso al gobierno de la época la creación de una clínica de maternidad para la atención de partos, a las madres pobres; así como la capacitación de jóvenes para que estudiaran la ciencia y el arte de la Obstetricia tal como se acostumbra en las Escuelas de Francia.
Fechas más tarde, en el Palacio del Supremo Gobierno del Perú, el 10 de octubre del 1826 don Andrés de Santa Cruz, Jefe de Gobierno, mediante Decreto de esa fecha, determina que en el Colegio de Santo Tomas, en la ciudad de Lima, se estableciera una Casa de Maternidad (hoy Instituto Nacional Materno Perinatal), que tuviera como objeto socorrer a las mujeres pobres en sus partos y Escuela de Parto (hoy Escuela Académico Profesional de Obstetricia de la UNMSM) para la formación de jóvenes en el arte y ciencia de su atención.
Es así, que el Estado reconoce a la Obstetricia como profesión, tempranamente en la vida Republicana. Dicha Casa de Maternidad estaría financiada por la Sociedad de Beneficencia Pública y dirigida por Madame Benita Paulina Caudeau de Fessel, quien puso en ejecución el Plan de Estudios que incluyó los cursos de anatomía, fisiología, parto normal y con complicaciones entre otros.
Reconociendo el Estado a la Obstetricia como profesión, tempranamente en la vida Republicana. En 1827, en el informe de don Matías Maestro, que fue publicado en el diario oficial El Peruano, ya se leía: «con justa razón ocupará el primer lugar esta casa, que por su trascendencia en el bien, será la más útil. Su oportuna situación en el que fue Hospital del Espíritu Santo, bajo la dirección de madame Fessel, cuya inteligencia en el arte de obstetricia acreditará el curso elemental que está imprimiendo, hará ver que los conocimientos de esta profesión nos eran desconocidos, como son apreciados en todas las cortes de Europa».
El 2 de enero de 1829, se dicta la primera clase de Obstetricia bajo la conducción de la madame Fessel, propulsora de los conocimientos de la escuela francesa, cuna de la formación a todo nivel.
Madame Fessel estableció reglas para el funcionamiento de la Escuela de Partos, como las siguientes:
Nadie podría en lo sucesivo ejercer la honrosay difícil profesión de partera sin haber cursado estudios en la Escuela.
Las discípulas más aplicadas, con talento y buena conducta y con mayor esperanza de aprovechamiento, ingresarían como colegialas residentes hasta ser instruidas en el arte, obstetricia, sangría y vacunación.
La necesidad imperiosa de realizar el estudio teórico y práctico del parto, para atender con eficiencia a la paciente y no arriesgar la vida de la madre y del niño.
La verdadera práctica no se alcanza sino en las Escuelas de Partos, con intervención de los facultativos que explicarán en el maniquí las diferentes posiciones en que pueda presentarse el niño, y harán todas las demostraciones necesarias siempre antes de los partos.
La necesidad de introducir nuevas técnicas y orientaciones para desterrar los defectos de los tiempos bárbaros anteriores.
Sin embargo, la agitación política que vivía el país, por aquellos días, no permitió ejecutar las medidas dictadas. La persistencia de la Madame Benita Paulina Cadeau de Fessel para crear en Lima la Escuela de Parteras, determinó al fin su fundación, el 14 de mayo de 1830.
Madame Benita Paulina Cadeau de Fessel, permaneció por un lapso de dos años en la dirección de La Casa de Maternidad, convirtiendo a Lima en la primera ciudad en la América Meridional, que contó con un centro docente para preparar a las llamadas matronas, hoy obstetras.