En marzo de 1879, Lima era un caldero hirviente a punto de explotar. Los rumores de guerra inundaban las plazas públicas, las polémicas sobre el tema llenaban columnas en los diarios más populares y el gobierno hacía lo imposible por respetar el tratado secreto de ayuda mutua con Bolivia, evitando, a la vez, una confrontación abierta con Chile.
Los diarios La Opinión Nacional, La Patria y El Comercio anunciaban malos augurios desde el sur; mientras tanto, en el Diario La Sociedad, Monseñor José Antonio Roca y Boloña –cuyo protagonismo será vital en la formación de la Cruz Roja Peruana (CRP)- escribía emocionantes y lúcidos artículos sobre el descaro chileno y advertía lo que podría significar para el Perú, en términos humanos, una guerra total con el vecino belicoso.
Quizás motivados por ese espíritu inclaudicable del fundador de la Cruz Roja Peruana y ya con el histórico ejemplo de Henry Dunant, que 15 años antes había establecido el Primer Convenio de Ginebra, es que algunos hombres y mujeres de bien limeños establecieron el 24 de marzo de 1879, lo que Jorge Basadre (Historia de la República del Perú, t.VIII) denominó la “Cruz Blanca”.
Esta agrupación humanitaria primigenia obtuvo también el reconocimiento de Carlos Sotomayor, para entonces, coordinador de las famosas “ambulancias civiles”, quien la llamó en un documento oficial, “Sociedad de Damas de la Cruz Blanca”. La institución cambió de nombre el 3 de abril, fecha de la declaración de guerra. Desde entonces apelaría al membrete de “Cruz Roja”.
En esos días aciagos para el país, destacó la entrega y el valor de los médicos y alumnos sanmarquinos de la Facultad de Medicina de Lima. La primera reunión de los catedráticos en la Facultad fue el 5 de abril, a dos días de oficializarse el conflicto armado. En esa sesión extraordinaria, los académicos cedieron sus sueldos en apoyo a la “campaña terrestre del sur” y decidieron formar una comisión para concretar la idea de las “ambulancias civiles”, una especie de hospitales móviles que actuaron en el mismo frente de batalla.
El 15 de abril de 1879 se presentó, en una reunión extraordinaria, el Reglamento y el Informe de este cuerpo de auxilio médico, en estos documentos ya se hablaba del espíritu de las “Conferencias Internacionales de Ginebra”. El 17 de abril, el gobierno del general Mariano Ignacio Prado aprobó el proyecto e inmediatamente nominó a los notables que conformarían la directiva de la “Junta Central de Ambulancias Civiles de la Cruz Roja”.
La ratificación en Ginebra fue posterior (1880), pero en ella se dejó claramente establecida la fecha del 17 de abril de 1879 como el de la fundación de la “Sociedad Peruana de la Cruz Roja”. Con ello el Perú se convirtió en el primer país americano que contó con dicha sociedad de ayuda humanitaria.
El acta de instalación de la Junta Central fue el 24 de abril y allí se votó para elegir a las personas que asumirían distintas funciones. Ubicada en los ambientes cedidos por la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima, la Junta eligió como presidente a Monseñor José Antonio Roca y Boloña; como Vice-presidente al Doctor Manuel Odriozola; y como secretario al Doctor José Casimiro Ulloa, entre otros funcionarios.
Esta Junta Central –que se preocupó también por instaurar comités departamentales y provinciales- creó hasta cuatro “ambulancias civiles”. La primera, que zarpó del puerto del Callao el 3 de mayo de 1879, estuvo conformada, al decir de Carlos Sotomayor (posteriormente nombrado secretario de la Sociedad), por un jefe, un secretario, un ayudante, un capellán, dos médicos, cuatro estudiantes de medicina y 26 hombres, además del material sanitario de emergencia adecuado para el duro trabajo que les esperaba en la línea de fuego de la campaña del sur.
En esta titánica labor cumplió un papel notable el ciudadano francés Emile Henriod, quien fue nombrado miembro del comité director como “instructor de ambulancias”, dada su experiencia en este tipo de servicios durante el sitio de París, más conocido como la “Comuna de París”, de 1871.
En realidad, muchos personajes dieron su tiempo y talento para que el servicio de esta etapa incipiente de la Cruz Roja Peruana rindiera sus frutos; el apoyo de la Junta Central a las ambulancias de la sanidad militar –organizadas con posterioridad a las civiles-, dice mucho del papel de la sociedad civil en este cruento periodo de la historia del Perú.
El origen de la Cruz Roja Peruana está, pues, envuelto en heroísmo y sacrificio; la institución creció y maduró inspirada en medio de las más difíciles contradicciones (las “ambulancias civiles” peruanas ayudaron sin distinción incluso a los heridos chilenos) pero, ante todo, el origen deja una estela ejemplar, una mística irremplazable que hoy, con seguridad, inspira a todos sus miembros y colaboradores.