Hoy, después de mucho tiempo —¿cuánto? ¿15 años? Sí, creo que sí—, gracias a la magia del Facebook pude verte, aunque sea en fotos. Y mi mente evocó esos días bucólicos que fueron nuestros. Qué días tan bellos, ¿no? ¿Fuimos felices? ¡Sí, claro que lo fuimos! Corriendo por las playas del Puerto acariciados por la deliciosa brisa marina. Caminando por los verdes campos de nuestro valle pastoril, cogidos de las manos por esos días del estío. Volando abrazados en nuestros locos sueños. Levitando de felicidad y henchidos de alegría. Con una sonrisa de oreja a oreja dibujada en nuestros rostros tiernos. Besándonos y entregándonos bajo la Luna, abrigados por un fastuoso manto de estrellas (aunque todavía éramos casi niños), de tal forma como si en ese instante se nos fuese la vida.
Sin embargo, por esas cosas del destino y por terceras personas, lo nuestro acabó de una forma que yo nunca hubiese querido. Y me odiaste al principio creyéndome un vil, mentiroso, traidor, canalla. Y lloraste mucho. Sufriste. No sabes cuánto lo siento por esas lágrimas perspicuas que vertiste en tu lecho, muchas noches, por, supuestamente, “mi culpa”.
¿Y yo…? ¿Yo? ¡Mmm…! Qué te puedo decir. Si por ese entonces mi presencia se convirtió en algo negativo para ti y me condenaste a tu desprecio y a no sentir ya tu aliento, no acariciar el paraíso de tu cuerpo y, sobre todo, a no rozar con mis labios tus labios purpúreos. Algo que tanto me gustaba hacer. Porque besarte para mí era como arañar el cielo. Como beber, cual sediento errante, de un afrodisiaco oasis de un desierto eterno. Dicen que los hombres no deben llorar. ¡No es de machos!, me enseñó mi padre de niño. Pero yo… Qué te puedo decir. Si te amaba tanto, más que a mi propia vida. Tanto así que, incluso, cuando me repudiaste y hablaste mal de mí dejándote llevar por esas calumnias infundadas, y cuando también todos los de tu entorno lo hicieron, incitándote a odiarme, decidí no decir nada por amor a ti. Para no perturbarte. Ya que entendí que cada vez que trataba de hablar contigo y explicarte la verdad, sin querer, te lastimaba aún más, porque para entonces mis palabras se habían convertido para ti en dardos venenosos, pues habías dejado ya de confiar en mí. Por eso callé. Repito, por amor a ti. Y preferí sufrir yo que verte sufrir. Y si mi presencia te inducía a un pozo depresivo y a la amargura, concluí que era mejor alejarme de ti y a no decir ya nada. “El que calla otorga”, dijeron entonces. Y así me convertí en una nociva sombra en tu existencia. En el maldito nombre que te rehusarte a mencionar. Sobre todo, me condenaste a ser el peor de tus recuerdos.
Pero después de algunos años entendiste que fuimos víctimas de una vil conspiración y que yo era inocente de todos esos embustes que inventaron y vertieron en contra mía, mas fue muy tarde ya. El amor, ese hermoso amor que nos profesamos una vez bajo la sombra de un manzano, allá en los verdes campos de nuestro valle idílico, ya desfallecía.
Sigues igual, sabes. Igual que ayer. Hermosa. Radiante. Esplendorosa. Y eso que ya tienes tres hermosos hijos (salieron a la madre, claro). No voy a escribir tu nombre por respeto a ellos y a tu esposo. No obstante, sería mezquino negar que al verte otra vez mi corazón galopó por ti alegremente en el hipódromo de mi pecho. Tampoco te voy a AGREGAR como AMIGOS para no incomodarte. Sin embargo, permíteme dedicarte aquella nostálgica canción, la que siempre oías —eso me lo contó tu prima— cuando creías que yo era un hombre vil, mentiroso, traicionero, canalla, un rastrero LADRÓN DE AMOR. La misma canción que yo también adopté como mía y empecé a oír por esos años —con el corazón hecho pedazos y con lágrimas de “macho” empequeñecido—, quizás para compartir contigo el sufrimiento por nuestro amor marchito. Hasta la vista. Que Dios siempre te bendiga y que seas inmensamente feliz. Es un sincero deseo que brota desde el fondo de mi alma. Un abrazo. Me despido de ti transcribiendo la letra de esa que un día fue nuestra canción. Adiós.
P.D. Sabes, pensándolo bien, creo que a pesar de los años aún te sigo amando.
Dirección de nuestra canción en Youtube: http://www.youtube.com/watch?v=PHhzXE3xlz8
Ladrón de tu Amor
Autor e intérprete: Gualberto Ibarreto
Aquella noche un vagabundo
Cambio tu risa en amargura
Y sin permiso entró en tu mundo
Para robarte la ternura
Y desde entonces me condeno
A que no vuelvas a ser mía
A estar perdida entre mis sueños
A que me niegues cada día
[Coro]
Soy el ladrón de tu amor
Tu mal recuerdo
Soy el nombre que no quieres mencionar
Y al saber de tu desprecio siento miedo
Que nunca nunca me puedas perdonar
Soy el ladrón de tu amor
Y estoy confeso
Yo se bien que no estarás cuando me vaya
Y aunque te duela más apréndete esto
Que quien te hace llorar es quien te ama
Que quien te hace llorar es quien te ama
Y aquí en mi soledad te sueño
Y por los noches yo te invento
De tu castigo soy el dueño
Porque tu odio es lo que encuentro
[Coro]
Soy el ladrón de tu amor
Tu mal recuerdo
Soy el nombre que no quieres mencionar
Y al saber de tu desprecio siento miedo
Que nunca nunca me puedas perdonar
Soy el ladrón de tu amor
Y estoy confeso
Yo se bien que no estarás cuando me vaya
Y aunque te duela más apréndete esto
Que quien te hace llorar es quien te ama
Que quien te hace llorar es quien te ama, es quien te ama.