Descenderá en un lugar del polo norte del planeta rojo para recolectar muestras de hielo que den pistas sobre la posible existencia de vida.
Los ingenieros de la NASA han tomado todas las precauciones posibles para que la sonda Phoenix descienda sin problemas sobre la superficie de Marte el domingo próximo, pero admiten que la operación está llena de incertidumbre.
Si supera el choque molecular con la tenue atmósfera marciana, la nave descenderá sobre una región del polo norte que los científicos esperan sea misericordiosa con la nave.
Allí, «Phoenix» tiene como misión extraer con su brazo robótico agua congelada, observar la meteorología e investigar si el ambiente bajo la superficie fue favorable al desarrollo de vida microbiana.
«No será una visita a la casa de la abuela», señaló Ed Weiler, del directorio de misiones científicas de la NASA, al referirse a las dificultades que hallará la sonda en Marte. «Instalar una nave sobre la superficie marciana es un asunto difícil y arriesgado», agregó.
En términos parecidos se expresó el Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL), organismo de la NASA que controla la mayor parte de las misiones científicas de EE.UU. en el espacio, al afirmar que «el descenso en Marte no es un paseo», y recordó que menos de la mitad de misiones anteriores al mismo planeta han logrado llegar sin inconvenientes hasta su superficie.
La misión debió realizarse en 2001 pero fue cancelada tras la pérdida de la Mars Polar Lander al llegar a Marte en 1999.
Antes del contacto con la superficie, y una vez que haya extendido su escudo térmico, la sonda aplicará su radar para contar con información sobre la altura y calcular la velocidad de descenso vertical y horizontal, lo que le servirá para ajustar el encendido de sus 12 cohetes de descenso.
«Hicimos más de 60 horas de prueba de vuelo, incluso 72 descensos en sitios de características geológicas diferentes. Eso es más que todas las misiones de la NASA a Marte, combinadas», dijo David Skulsky, ingeniero del equipo científico de Phoenix.
La sonda se separará del paracaídas unos 40 segundos antes del contacto con la superficie y «lo peor que nos podría ocurrir es que el paracaídas caiga justo encima de la nave e impida el despliegue de los paneles solares», añadió Rob Grover, jefe del equipo encargado del descenso en JPL.
Si se supera la peligrosa prueba, Phoenix utilizará cuatro motores eléctricos que aún mantienen activos a los vehículos «Spirit» y «Opportunity» desde hace más de cuatro años en Marte.
Una de sus labores es recoger hielo bajo la superficie marciana y ponerlo en un laboratorio en la cubierta de la sonda, para lo cual cuenta con una especie de cuchara con tres láminas de metal que recogerá hielo tan duro como el cemento.
Según Lori Shiraishi, ingeniero de JPL, se necesitarán de cuatro a seis horas para recoger material suficiente, y el mayor problema es la sublimación del hielo, su conversión en gas sin pasar por el estado líquido.
«El hielo estará desapareciendo en el mismo momento en que lo estemos recogiendo», manifestó.
Para determinar si existe carbono orgánico, «Phoenix» tiene un analizador termal tan sensible como para detectar que no lo haya traído desde la Tierra la nave, dijo William Boynton, científico encargado de ese instrumento en la Universidad de Arizona.
Estos son algunos de los ejemplos de problemas sometidos a pruebas y análisis y que se han logrado resolver, señaló JPL. Pero aun así, Goldstein admite que es imposible garantizar el éxito de la misión.
«Estamos en el negocio de asumir riesgos, de hacer cosas que son muy difíciles. Sin embargo, confío en que tenemos un equipo de clase mundial que ha excavado muy profundo para encontrar los problemas».
Fuente: Diario El Comercio.